El Rey Vallenato Nafer Durán sin su acordeón no sabe estar

-El juglar suma 92 años de experiencias vividas, que son su mayor tesoro en el folclor que le ha dado múltiples satisfacciones-

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

El Rey Vallenato Náfer Santiago Durán Díaz, a sus 92 años, nació el 26 de diciembre de 1932, en el Paso, Magdalena, ha demostrado no saber estar sin su amado acordeón. Ha sido su gran aliado para poner en lo más alto su dinastía y llevar interesantes mensajes cantados que han perdurado, siendo grabados por los más grandes intérpretes comenzando por Diomedes Díaz y cerrando con Silvestre Dangond.

Precisamente hace varios días estuvo en Valledupar recibiendo un homenaje por parte de la Cámara de Comercio volviéndose a poner su acordeón al pecho, que le parece un juguete para interpretar su canción insignia en tono menor, ‘Sin ti’, añadiéndolo dos más, ‘Con sentimiento’ y ‘La grabadora’.

Con la pausa que dan los años y con su sombrero elegante, señaló. “Recibir a mi edad un nuevo homenaje me llena de satisfacción porque pone de presente que puse mi talento al servicio del vallenato puro, ese que quieren acabar, pero no han podido. Y dígalo, sigo firme con mi acordeón hasta que Dios me lleve a su santo reino. Todos los días le doy gracias por la vida y todo lo que me ha dado al lado de mi familia”.

De igual manera, en su hoja de vida folclórica, se registra la gesta cuando se coronó como Rey Vallenato en 1976 y siete años después fue en busca de la segunda en el Festival de la Leyenda Vallenata, pero el jurado le dijo que era el mejor, declarándolo “Fuera de concurso”. Enseguida comento. “Llegar a esos lugares de honor es producto del amor al folclor vallenato que sigo defendiendo aunque ya las fuerzas no son las mismas, pero no dejó de tocar mi acordeón”.

Continuó hablando de canciones y aseveró que todavía compone dedicándole una al Altísimo, la cual entre sus versos dice. “Eres mi Dios bondadoso y alabado, en el mundo no tienes comparación, mi Dios bendito no mires mi pecado, para que así me concedas el perdón”.

Los recuerdos le hacían cola y reseñó dos canciones más. Se trata del merengue ‘La fiera’ y la puya, ‘La Navidad’. “Tengo muchas y no he dejado de componer porque eso me alegra mucho y me recuerda de dónde vengo y lo que soy gracias a Dios”.

Naferito, volvió a hacerse sentir y demostrar que la edad no es impedimento para darle alegrías a su corazón, al que acompaña desde hace dos años un marcapasos. “Me ha salido bueno y lo pechicho con las notas de mi acordeón”, indica riéndose.

 

El amor de su vida

En las remembranzas con el viejo juglar que ahora camina a paso lento y sus palabras son medidas, llegó el amor de su vida, Rosibel Escorcia Mure, quien por 67 años ha estado a su lado en medio de tristezas y alegrías. La emoción lo acompañó y expresó. “Rosibel, mi esposa, nació en Chiriguaná. A sus 20 años se me atravesó en el corazón y comenzamos a vivir. Le hice solamente la canción ‘Sin ti’, pero le regalé 12 hijos que han sido la mayor felicidad de nuestras vidas”.

Abrió sus ojos y le estaban brillando porque había relatado la epopeya de esos amores donde el eco de su voz llegaba más allá del silencio. Bella añoranza que abonó los recuerdos de una pareja donde la esperanza ganó la partida, haciendo posible que el sentimiento surgiera sin medida.

Cuando el sol se hacía sentir y el calor llegaba sin pedir permiso Náfer Durán, añoro a su pueblo, El Paso. “Quiero vivir tranquilo debajo de un frondoso palo de mango y acostado en una hamaca, solamente pensando en las bendiciones que Dios me ha regalado a lo largo de la vida y que broten esos cantos con letras salidas del corazón”.

Al preguntarle sobre las satisfacciones recibidas en su larga carrera de juglar se quedó con su dinastía, su familia, el triunfo en el Festival de la Leyenda Vallenata, los viajes que hizo al exterior llevando la bandera del vallenato, las canciones que le grabaron. Además, el amor a su querida tierra, a la cual le regaló varias canciones entre ellas ‘Mi patria chica’. “MI agradecimiento es total a todos mis familiares, paisanos, amigos y seguidores, porque sin ellos no hubiera sobresalido”.

Entonces abrió un nuevo espacio para el ayer. “Antes, la música no tenía tanto valor, era del agrado de parranderos en un círculo muy pequeño. Ahora es diferente porque gusta y los intérpretes ganan una cantidad de dinero. Antes, eran más los trasnochos y los largos viajes en burros, caballos, lanchas o buses destartalados. La plata poco se veía. Eso sí, por donde iba el corazón andaba y se llenaba de emoción”.

Al final del diálogo sincero y ameno, al maestro Naferito, se le pidió interpretar una de sus canciones que le ha traído satisfacciones. No lo pensó dos veces, citando  a ‘La grabadora’, agradeciendo a Silvestre Dangond con Juancho de la Espriella por habérsela grabado en el año 2011.De inmediato hizo una petición. “Déjame cuadrar mi machete”, Se refería a su acordeón.

No más lo hizo tocó y canto. “Reclama la grabadora, la rutina de Naferito, que se escuchara por disco, su linda nota sonora. Yo soy el negro Durán, el que llaman Naferito, los que escucharan por disco, mi música popular”.

 

El hermano de Alejo Durán, se quedó pensativo con toda su carga de experiencias y nostalgias, intentando congelar en su corazón ese cúmulo de alegrías que son el mayor registro de aquel testamento donde se entrelazan todos los sentimientos teniendo al frente el jardín del alma.

Gracias Naferito y que la vida te regale más vida, para seguir dando testimonio de esos hechos cantados donde puedas decir como en tu puya. “Déjala vení que ya estoy aquí”…

 

‘La Patillalera’, crónica cantada del maestro Rafael Escalona

 

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

Volver a llamar al recuerdo y encontrarse frente a frente con aquellos personajes que fueron protagonistas de la canción ‘La Patillalera’ de la autoría del maestro Rafael Escalona, fue algo emocionante. Esa vez aquella historia se convirtió en crónica cantada, haciendo posible que una señora muy elegante y vestida de negro, formara en Valledupar una gritería…

A comienzos de la década del 50 del siglo pasado, en una canción se contó sobre una abuela quien puso el grito en el cielo porque un camionero se había llevado a su nieta. Efectivamente, el domingo 31 de marzo de 1951, Luis Manuel Hinojosa Sierra se llevó a Carmen Ramona Bracho Cataño, la nieta de Juana Arias. Se la llevó por amor para el caserío de ‘Los Corazones’, jurisdicción de Valledupar.

Ella gritaba yo crié a mi nieta con buena ropa, con buen calzado, con mucho esmero y estimación. Pa’ que ahora venga ese sinvergüenza nariz parada, Patillalero, a entusiasmarla con su camión”.

Efectivamente Juana Arias armó un alboroto por el rapto de su nieta. Todo quedó ahí y con el paso de los años nadie supo de la vida de esos seres incluidos en una interesante canción que se extendió por el mundo en las voces de distintos cantantes comenzando por Alberto Fernández y después Carlos Vives, entre otros.

Los protagonistas a comienzos del año 2000 y por separado, accedieron a contar con pelos y señales el episodio que los hizo felices con dos hermosos hijos y que después por cuestiones del destino se separaron. Comenzaron diciendo las edades que tenían cuando arrancó esa película de amor provinciano. Él, tenía 28 años y ella 10 menos.

Carmen Ramona, muy seria, relató que ese capítulo de su juventud estaba en el olvido y que por primera vez quería contar. “La canción dice nada más que nos fuimos y de la rabia de mi abuela, pero quiero decir la verdad. Esos amoríos fueron cortos y mi abuela tenía toda la razón en oponerse, pero como el amor no entiende razones, después vinieron las lamentaciones”.

Sin más preámbulos puso al cerebro a darse un paseo por el ayer. “Vivía en Patillal en la casa de mi abuela Juana, conociendo a Luis Manuel, que también vivía allá y manejaba un camión”.

Ella explicó la primera etapa de esos amoríos ocultos. “Nos enamoramos a pesar de que mi abuela no quería porque decía que él no me iba a brindar ninguna felicidad y que mejor me metiera con un indígena de Atánquez. No le hice caso y duramos dos años de relaciones hasta que me vine con mi abuela para Valledupar. Luis Manuel se había venido antes y entonces una noche fuimos a cine y decidimos no darle más largo a nuestra relación y nos fuimos en su camión para ‘Los Corazones’, llegando a la casa de Sarita Martínez”.

A pesar del paso de los años, la película la tenía fresca y sin muchas preguntas continuó. “Allá me dejó varios días porque tuvo que hacer un viaje en su camión. De allá me trajo a vivir a Valledupar, exactamente al barrio Cañaguate. Salí embarazada de mi hija María Paulina y después al poco tiempo me fui para Patillal donde nació Jorge Luis. Los niños nacieron bastante seguidos. María Paulina el 19 de mayo de 1952, y Jorge Luis el 3 de julio de 1953”.

Lo que empezó tan bello y con el encanto de esos amores encerrados, solamente duró tres años. “Cuando ví que Luis Manuel no tenía que ver conmigo y estaba enamorado de su prima Celina Sierra. No tuve otra alternativa que olvidarme de él. No lo busqué, ni le dije nada porque a nadie se puede forzar para que viva con otro. Me dolió terminar algo que comenzó viendo una película que en mi caso no tuvo un final lindo”.

Ella entonces recordó las palabras de su abuela. “Comprendí que mi abuela tenía la razón y que en verdad el hombre en que deposité todo mi amor y confianza me abandonó. Ella me recibió en su casa y me ayudó a la crianza de mis hijos”.

 

Relato de Luis Manuel

El dueño del famoso camión Luis Manuel Hinojosa Sierra, contó su versión. “Desde cuando Carmen Ramona tenía 16 años nosotros nos ennoviamos, pero yo no contaba con la aprobación de su abuela. Ella me hizo la vida imposible porque no gustaba de mí y le decía a la muchacha que me sacara de su vida, pero ella no le cogía sus consejos. Era la único que estaba a mi favor”.

Continuó diciendo. “Con Carmen Ramona nos veíamos a escondidas y entonces yo decidí venirme de Patillal para Valledupar y ella se vino atrás y sucedió todo”. Frenó en seco para hilvanar mejor sus ideas y comentó. “Carmen Ramona era una morena hermosa y muy querida. Tenía 18 años cuando me fui con ella para ‘Los Corazones’. Recuerdo que me la llevé en mi camión marca Ford F5, color rojo, modelo 46. Eso fue exactamente el 31 de marzo de 1951 en horas de la noche después de ir a cine”.

Entró al campo del escándalo de la abuela. “Me cuentan que el día siguiente de que me llevé a Carmen Ramona, ella salió a buscarla y alguien le dijo que la habían visto conmigo. Entonces armó un alboroto diciendo que me iba a poner preso y otras cosas. Ella no pudo conmigo y le tocó conformarse. Al poco tiempo hablé con ella y aunque estaba brava entró en razón”.

Eso sí hizo énfasis que separarse de Carmen Ramona, no le cayó nada bien a la abuela que no formó un escándalo como en aquella vez, pero le mandó un recado grosero que todavía recuerda, pero no lo dijo.

 

El canto de Escalona

Sobre la obra ‘La Patillalera’, Luis Manuel Hinojosa señaló: “Rafa Escalona le sacó punta a ese suceso e hizo la canción. Nosotros parrandeábamos mucho y una vez se montó al camión donde le conté sobre la muchacha. No pasó mucho tiempo cuando escuché la canción y me gustó porque decía la verdad”.

También expresó que en la época de la conquista tuvo una competencia con el acordeonero Lorenzo Morales. “Él estaba loco por ella y hasta le sacó una canción con su nombre, ‘Carmen Bracho’, pero ella no tenía ojos para nadie que no fuera yo”. Todo quedó resumido para la posteridad gracias a una abuela que protestó. “Porque la nieta que más quería, la pechichona, la consentía, un dueño de carro cargó con ella”. El tiempo sigue pasando, pero la historia cantada se quedó prendida en el corazón de todos, y ahí todavía palpita teniendo al frente la magia de Patillal.

 

Macondo se presentó ante el mundo en el libro ‘Cien años de soledad’

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

Así de sencillo. “Cien años de soledad es un vallenato de 350 páginas”, definición que hiciera el autor del libro Gabriel García Márquez, cuando le indagaron sobre la base estructural de su obra literaria. Enseguida añadió: “En ‘Cien años de soledad’, soy un escritor realista, porque en América Latina todo es real. Asumir nuestra realidad puede dar algo nuevo a la literatura”.

La declaración de Gabo al ponerle letras a su libro, en vez de notas de acordeón, sirvió para que el mundo se sentara a leerlo y enseguida descubriera detalles inéditos de un folclor que en el Caribe colombiano le dieron vida, hombres descalzos que iban de pueblo en pueblo cantando acontecimiento con el acordeón al pecho.

El comienzo de todo se dio cuando Gabo le dijo a su esposa Mercedes Barcha: “Encontré el tono. Voy a narrar la historia con la misma cara de palo con que mi abuela me contaba hechos fantásticos, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo”.

Al poco tiempo notificó a Mercedes, la heroína detrás de bambalinas, que mientras estuviera encerrado escribiendo en su casa de México, se ocupara de todo sin molestarlo. Y ella cumplió. No lo molestó durante 18 meses hasta que nació el hijo mayor de las letras colombianas que terminó su impresión el 30 de mayo de 1967 por encargo de la editorial Sudamericana de Buenos Aires.

El titulo del libro, cuya portada estuvo a cargo de la diseñadora argentina Iris Pagano, apareció en el último párrafo después de dar vueltas por el mamotreto de hojas: “En el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.

El amor de Gabo por el vallenato era igual a sus letras y lo definió en una memorable frase. “No sé que tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo escuchamos se nos arruga el sentimiento”.

También quedó en el registro histórico cuando el 10 de diciembre de 1982 una delegación vallenata lo acompañó a recibir en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura. Estuvieron Consuelo Araujonoguera, Rafael Escalona, Poncho y Emiliano Zuleta, Pablo López y Pedro García.

De aquel viaje queda el relato de Consuelo Araujonoguera, quien en su libro ‘Escalona, el hombre y el mito’, indicó la petición que le hizo al maestro Rafael Escalona, para que hiciera un canto vallenato a ese suceso que traspasó las fronteras. Escalona le respondió que no hacía cantos por encargo, pero sin embargo al llegar de Estocolmo la inspiración lo visitó. “Le bastó un repaso somero a dos de las mejores obras literarias de Gabriel García Márquez, para sintetizarlas en un merengue bien llamado ‘El vallenato Nobel’, que luego sería interpretado por Poncho y Emiliano, los Hermanos Zuleta”.

“Gabo te mandó de Estocolmo un poco de cosas muy lindas, una mariposa amarilla y muchos pescaditos de oro. Gabo me ha invitado a su fiesta, y esto es para mí un gran honor, fuí con los hermanos Zuleta para que el rey oyera acordeón”.

Cuatro meses y 20 días después de Gabo haber recibido el Premio Nobel de Literatura vino a Valledupar, con el encargo de oficiar como jurado del Festival de la Leyenda Vallenata. Él se encontró de frente con los recuerdos de la historia familiar de los Buendía, eje central de su libro. En el evento estuvo participando Julio César Rojas Buendía, quien a la postre se coronó como Rey Vallenato, gracias a sus dotes de excelente acordeonero.

La magia de Macondo

El libro ‘Cien años de soledad’, es una parranda de letras que al sonar del acordeón se convirtieron en frases que le dieron la vuelta al mundo gracias a la magia de Macondo, donde no es difícil decir como el inmortal maestro Rafael Escalona: “Solamente me queda el recuerdo de tu voz, como el ave que canta en la selva y no se vé. Con ese recuerdo vivo yo, con ese recuerdo moriré”.

De igual manera, continuar con la frase del propio Gabriel García Márquez: “En cualquier lugar en que estuvieran recordarán siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera”. Además, remató diciendo: “Uno no se muere cuando debe, sino cuando puede, y el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.

A la vuelta de la esquina triunfó Gabo con ese vallenato teniendo la mayor cantidad de letras reunidas en 590 cuartillas y donde en la página 23 narra. “Meses después volvió ‘Francisco El Hombre’, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, ‘Francisco El Hombre’ relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, de modo que si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio”.

Precisamente hace 42 años, 10 de diciembre de 1982, Gabriel García Márquez recibió en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura, volviendo a untarse de vallenato y corroborando que cuando la luna se esconde el sol hace el curso para regresar en contadas horas, dándole vida a la luz divina. Entonces aparece un acordeón que suena para despertar al mundo.

En ese preciso momento comienza a cantar en algún paraje de Macondo, el compositor Gustavo Gutiérrez Cabello. “Amanece y llega un nuevo día, mil puñales me parten el alma. Que será de la esperanza mía, por favor devuélveme la calma”. Mientras tanto, Gabo sigue dormido en el más allá entre nostalgias, misterios y soledades.

 

La verdadera historia detrás de la canción ‘Las notas de Juancho’

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

La noche del lunes 21 de noviembre de 1994, hace 30 años, murió el acordeonero Juan Humberto Rois Zúñiga, en El Tigre, Estado Anzoátegui, Venezuela, junto a sus compañeros Rangel ‘El Maño’ Torres y Eudes Granados, quedando para la historia su inmenso legado musical que supo cultivar con su calidad interpretativa, unido a su estilo propio. De esta manera ‘El conejo’ o ‘El fuete’, se pegó en el corazón del folclor vallenato.

Así mismo dentro de las anécdotas de Diomedes Díaz y Juancho Rois, quedó un secreto en la canción ‘Las notas de Juancho’, porque los dos abrieron las compuertas del sentimiento para despejar el camino de la alegría, la cual llegaba cuando la ocasión lo ameritaba en esos recorridos musicales que nunca faltaban.

De esta manera, la magia del vallenato por su manera de interpretarse al natural, pasados los años no pierde su encanto, sino que aparece vestida con las mismas notas envueltas en el alma del ayer. Es toda una ventaja musical.

Es así como una vez Diomedes Díaz le pidió el favor a Juancho Rois, para que le llevara una razón a la joven venezolana de nombre Evis, a quien le iba a entregar en corto tiempo su corazón. Todo pasó en el año 1990, y Diomedes lo hizo público en medio del jeroglífico de la canción ‘Las notas de Juancho’, que aparece en la producción musical ‘Canta conmigo’, y lo adornó exaltando a su amigo.

De lejos muy lejos un acordeón, de notas muy lindas yo escuchaba, y por esa nota acentuada, yo dije enseguida es Juancho Rois”. Efectivamente ‘El Cacique de La Junta’, acertó y por el sonido del instrumento encontró a su compañero. Se armó la parranda donde se abrió el espacio ideal para exaltar su calidad interpretativa. “Por qué no me toca ese acordeón, así como lo escuché ese día, con esa bonita melodía que hace sonreír a mi folclor. Porque así me lleno de emoción, y recuerdo más a ese muchacha, esa donde tengo esa esperanza que pueda curarme este dolor”.

 

 

La razón del corazón

En aquella parranda Diomedes le solicitó a Juancho llevarle una razón de manera inmediata a Evis, utilizando la vía de Adriana, un amor que el acordeonero tenía en Barranquilla. ”Compadre hágame un favor, yo sé que se va mañana. Hágalo por vía de Adriana y me lleva esta razón. Me le dice a Evis que en estos días le voy a entregar el corazón”.

Soberana misión tuvo Juancho Rois para llevar ese recado amoroso que tenía las palabras adecuadas y la emoción dando vueltas. Lo cumplió y al poco tiempo Diomedes pudo en vivo y en directo llevar a la realidad la mencionada promesa, conllevando a darle rienda suelta a sus deseos con el compromiso de regresar cuando la vía estuviera nuevamente despejada.

Me le dice por favor que me encuentro confundido y un poco de su cariño, pa’ mí es una bendición. Que con mucho gusto y complacido le voy a entregar el corazón”. Esta canción nació sin pedirle permiso a nadie, amarrada a los recuerdos donde el corazón palpitaba acelerado cuando la melodía hacía que Diomedes Díaz cantara.

Evis y Adriana, con el paso del tiempo definieron su futuro sentimental, pero en sus corazones estuvieron viviendo estos dos artistas, quienes osadamente las encerraron en una canción durante cinco minutos y 26 segundos, para que el propio pentagrama auscultara las locuras del amor. Ese amor que como la luna tenía distintas fases, influyendo en el cuadrante oculto del sentimiento.

En aquel tiempo las ilusiones volaron lo más alto, la canción se impuso y cuatro seres pudieron en secreto darse algunas licencias donde las letras pegadas a la melodía no han podido borrarse. La historia de esta memorable obra musical no tuvo un final feliz, porque tanto Juancho como Diomedes, regresaron al redil del amor sincero y aquello quedó en el baúl de las aventuras.

El regalo de Juancho

En esa secuencia de la amistad y el cariño de estos dos artistas aparece el episodio cuando Juancho le regaló a Diomedes, la estatua de la Virgen del Carmen que también fue motivo de otra canción. “Me regaló Juancho Roís la virgen me regalo la Virgen del Carmen, y ahora, la tengo en Carrizal, la tierra, donde yo nací”… Juancho acertó con ese regalo para Diomedes porque él siempre veneró a su patrona a quien se encomendaba y le regalaba versos.

En el registro sonoro de las canciones grabadas por Diomedes Díaz, hay una apreciable cantidad de menciones a la Virgen del Carmen. Una de ellas aparece en ‘Mi primera cana’. “La vida me ha golpeado más de dos veces, pero yo he sido un hombre muy optimista. Ay ve, gracias Virgen del Carmen, por darme tantas cosas bonitas”.

La música vallenata ha tenido la virtud de ponerle música a los hechos reales, donde los inventos no caben porque le quitan la esencia. En ese sentido, debe  tener la medida exacta donde el amor hace olvidar las tristezas que muchas veces se asoman en la esquina preferida del corazón, quien se resiste a poner condiciones.

Juancho Rois es recordado 30 años después por las notas de su acordeón y por diversas canciones donde enmarcó su alma enamorada, para decirle a Jenny Dereix muy convencido. “Yo estoy dispuesto a brindarte mi vida y mi corazón, y eso para demostrarte lo que te quiero mi amor”. En el mundo vallenato quedó la parte de su vida que nunca se olvida, porque hasta el viento todavía solloza por su partida y el tren donde llevan ´Las notas de Juancho’ no se ha detenido.

De igual manera en su casa de San Juan del Cesar, está Dalia Esther Zúñiga, su señora madre, quien no se cansa de añorarlo. “De mi hijo tengo todos los recuerdos, principalmente su hijo. Para mi Juancho Rois sigue en mi hogar, donde se encierra toda su vida”. Ella, todavía no deja de llorarlo y sus lágrimas se desbordan bajando por sus mejillas como un río enfurecido.

 

Martín Elías Maestre, primer profesor musical de Diomedes Díaz

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

En la canción ‘Mi vida musical’, Diomedes Díaz lo dejó bien claro. “Siendo todavía un muchacho allá en Carrizal, donde nací y me críe con los viejos míos,  junto con Martín Maestre que era mi tío,  que Dios lo tenga en la gloria porque el murió, y de recuerdo Martín a mi me dejó la enseñanza para mi vida musical”.

De esta enseñanza fue testigo Adriana Josefa Sarmiento Loperena, nacida en La Junta, La Guajira, la mujer que conquistó el amor del juglar Martín Elías Maestre Hinojosa, el hijo de Manuel José Maestre y Eufemia Hinojosa. Además, tío de Diomedes Díaz Maestre.

Ella comenzó contando desde el final de la historia que fue el miércoles primero de agosto de 1979, cuando murió Martín Maestre, al transportarse en una camioneta desde La Junta, La Guajira y accidentarse en la entrada a Valledupar. Adriana Josefa, en ese entonces tenía 20 años y ya era madre de tres hijos: Ela María y Everardo, de cuatro y dos años, respectivamente, y Yojeidi, de 42 días de nacida.

Con la mayor naturalidad comenzó diciendo. “A Martín lo conocí cuando yo tenía 14 años y él 19; a los 15 me empaté con él y a los 16 le parí”. Cuando se esperaba que comenzara a contar sobre la tragedia que la dejó sola con sus tres hijos, siguió diciendo. “Mi mamá Clara Esperanza Loperena Nieves, estaba de acuerdo con la relación. Mi papá Ángel Antonio Sarmiento Gutiérrez al comienzo no, pero cuando llegaron sus nietos aceptó todo”.

Sale de esa encrucijada y señala. “Viví solamente cuatro años largos con Martín porque la muerte no los arrebató. Era muy cariñoso, me ponía serenatas y nunca lo ví bravo. Era un amor bonito, aunque después se volvió mujeriego”. De un tajo cierra ese capítulo y entra a contar sobre el hombre dedicado a la música vallenata.

Adriana Josefa Sarmiento le contó en detalle al periodista Juan Rincón Vanegas, todo lo concerniente a Martín Maestre

“Martín se la pasaba componiendo, cantando y tocando su acordeón. A cada rato sacaba una canción. A mi me hizo varias”. Entonces comenzó a citar algunas, como ‘Muñequita linda’, ‘Mortificación’, ‘Me mata el dolor’ y ‘El palo de limón’, entre otras.

De inmediato entró a contar la afinidad musical que tenía Martín con su sobrino Diomedes Díaz, hijo de su hermana Elvira. “Era única. Se entendían muy bien y Martín lo guió y le enseñó muchas cosas que después le sirvieron mucho. Diomedes en ese entonces tocaba guacharaca, componía y verseaba bien. Era noble, sencillo y de buenas costumbres. Diomedes hizo parte de mi familia porque tuvo una hija con mi hermana Ángela Martina. Estábamos era unidos”.

 

Sonrió y aseveró. “Diomedes siempre habló bellezas de su tío. Lo trataba de su ídolo, su ángel, su guardián y su profesor en la música vallenata. Tenían un grupo que se presentaba en toda la región y de esa manera se ganaban sus pesos y traían cosas para la casa. Diomedes, lo quiso tanto que le hizo un homenaje poniéndole su nombre a uno de sus hijos que tuvo con Patricia Acosta, ‘El gran Martín Elías’, un excelente cantante que murió jovencito”.

Se quedó callada, mirando al frente y con ya toda la calma del caso, señaló. “Al morir Martín conté con el apoyo de mis padres para sacar adelante a mis hijos. Gracias a Dios todo salió bien”. Agachó su cabeza y comentó. “La muerte de Diomedes me dolió mucho porque lo ví crecer de la mano de su tío Martín Elías Maestre Hinojosa, ese hombre al que le hubiera gustado ver a su sobrino en la cúspide”.

El relato de ella continuó. “De Martín Maestre tengo una foto donde está montado en un caballo. Además, digo que ese que apareció en la novela de un canal de televisión nacional, ni rastros de lo que era. Se equivocaron del cielo a la tierra. Yo si lo conocí”. Los presentes en la entrevista lo corroboraron.

 

La despedida de Martín

Después regresó al punto inicial y entregó detalles de la noche antes de que él partiera del pueblo de  La Junta a encontrar la muerte en otro lugar. “Llegó tarde de la noche y entró al cuarto. Yo me hice la dormida. Tomó a sus hijos a quienes abrazó y besó diciéndoles que los quería mucho. Luego se acercó a la cama de mi mamá, la llamó, y empezó a hablar con ella. Le contó que a Diomedes le habían regalado una camioneta, que iban para Valledupar”.

Seguidamente ella misma quedó sorprendida con la siguiente declaración de Martín. “Preocupado le contó a mi mamá que no hacía mucho en la parranda donde estaba, le habían dicho que una paisana llamada Luz Marina, con quien tuvo una relación fugaz, le había parido una hija”. Adriana Josefa, relató que se quedó más quieta, pero estaba que explotaba de la rabia. “Pensé que el otro día cuando regresara le iba a reclamar por su infidelidad”.

Al contar ese episodio se paró de la silla, caminó pocos pasos para despejar su pensamiento y cuando se volvió a sentar varias lágrimas visitaron sus mejillas, y entonces dijo una frase salida de lo más profundo de su corazón: “No le pude reclamar porque me tocó llorarlo”. Se llevó sus manos al rostro y las palabras huyeron porque el sentimiento en trance no daba lugar a más nada. Luego, en medio de sollozos, aseveró. “Ya lo he dicho todo”…

Efectivamente, ella desgajó todas las palabras sobre el hombre que la conquistó con cantos de acordeón, que le regaló tres hijos y le dedicó tantas canciones como ‘Muñequita linda’, esa donde la pintó de cuerpo entero. Un premio a esa mujer guajira que a pesar de todo nunca ahorró amor para darle hasta el final de sus días.

Te quiero mucho y tú muy bien lo sabes negra de mi alma tenme compasión. Solo en la vida tu puedes curarme para así aliviarme y no sufrir de amor. Sé que mi vida será algo distinto después que decidas cambiar de opinión. Juro ante Dios darte un amor bonito, cual tú te mereces lo mismo que yo”.

El recuerdo de Martín Maestre, el profesor musical de Diomedes Díaz, es toda una novela donde cantos, vivencias y notas de acordeón hicieron posible que la vida tuviera sentido en ese pueblo donde todavía se arrulla el corazón, se extrañan las costumbres y hasta una sonrisa regresa del cielo.

 

“Los recuerdos del compadre Egidio Cuadrado no tienen despedidas”: Carlos Vives

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

Cuando se habla en distintos escenarios con el artista Carlos Vives afloran recuerdos, anécdotas y sus constantes luchas por sobresalir en el campo de la música donde se impuso con pasión, fe y confianza. Eso sí mirando de frente a la música vallenata con sus principales protagonistas.

En estos días el tema central para él es la triste despedida de la vida del Rey Vallenato del año 1985, Egidio Rafael Cuadrado Hinojosa, quien por más de 30 años estuvo a su lado sembrando música por todo el mundo, donde fue un  gran abanderado.

Al indagarle al respecto, señaló. “Los recuerdos del compadre Egidio Cuadrado, no tienen despedidas. Era una persona autentica, y quien mantuvo a ‘La provincia’ afincada a un sentimiento. El compadre Egidio fue un campesino eterno y nos recordaba de dónde veníamos. Un símbolo que todo el mundo quiso, símbolo  que no dejaremos nunca. Símbolo de identidad de nuestra banda y que nos mostraba que más allá de todo, nuestra música era un compromiso de vida”.

Enseguida continuó dando a conocer conceptos sobre su compadre Egidio, y aterrizo cuando ganaron el año pasado el Premio Grammy Latino, categoría Mejor Álbum Cumbia/Vallenato con ‘Escalona nunca había grabado así’, un álbum donde aparecieron 12 de las composiciones más memorables del maestro Rafael Escalona Martínez, quien para Carlos Vives es la mayor referencia de su niñez en Santa Marta.

Es así como pudo saber de un estudiante que le mandaba razones a su morenita, porque se iba dejándole de recuerdo un paseo, de la nostalgia por un compadre quien tenía que salir presuroso del pueblo de Manaure, a cumplir su misión como educador en Valledupar o de aquella elegía dedicada al pintor Jaime Molina, a quien Escalona le prometió hacerle una canción.

Al iniciar el exitoso proyecto musical recordó la serie de televisión Escalona, y más teniendo el respaldo de Egidio Cuadrado, quien contó sobre un cuaderno donde estaban las letras de la mayoría de las canciones del maestro Escalona. De inmediato comenzó la odisea de rescatarlo hasta saber que desde hace muchos años lo guardaba Dina Luz, hermana de Egidio, y quien fuera compañera del maestro Rafael Escalona. “Esa fue una entrega total de mi compadre Egidio. Él al lado de ‘La Provincia’ fueron ejes vitales para lograr este anhelado premio”.

En el cuaderno de pocas hojas, estaban los versos adecuados para sacar adelante este compromiso que tenía las notas precisas, las historias calcadas de añoranzas y principalmente, el alma de ese hombre llamado Rafael Escalona, quien intentó construir una casa en el aire, dejar el mejor testamento y quejarse porque una mona en el barrio Cañaguate de Valledupar, se había propuesto acabar con su vida.

De esa manera, los cantos del maestro Rafael Escalona fueron galardonados teniendo un nuevo vestido en la voz de Carlos Vives y el acordeón del Rey Vallenato Egidio Cuadrado, quienes supieron darle el matiz necesario hasta sentir la brisa de Patillal cuando una cometa eleva los corazones.

Ovación en Madrid, España

Hace cinco años Carlos Vives y Egidio Cuadrado, fueron ovacionados en un concierto en Madrid, España, previo a la final de la Champions League que disputaron los equipos Liverpool y Tottenham, donde las canciones vallenatas se pasearon por los oídos de millones de asistentes y televidentes. En esa ocasión Carlos Vives y Egidio Cuadrado, lloraron de la emoción de ver la receptividad a los cantos vallenatos, especialmente de ‘La gota fría y ‘La Cañaguatera’. Todo lo resumieron en una frase. “.El vallenato alegrando corazones”.

Enseguida, se recordó la vida y obra de Emiliano Antonio Zuleta Baquero e Isaac ‘Tijito’ Carrillo Vega, dos juglares que patentaron esas canciones y después las dieron a conocer en las parrandas.

Infinidad de recuerdos abrazan a Carlos Vives sobre su compadre Egidio, quien se gozó la vida a su manera y fue un soldado fiel de la música vallenata. “Estar con él era muy agradable porque se remitía a las historias del pasado y nos hacía reír. Nos conectaba de inmediato con la realidad y poder ser humildes, fieles y buenos. Imposible olvidarlo”.

Carlos Vives contó que junto a su esposa Claudia Elena Vásquez, hablaron en la clínica con su compadre Egidio, notándolo motivado y pensando que todo estaría bien, pero 12 días después falleció. En medio de la tristeza del artista reflexionó y señaló que el grupo ‘La Provincia continuará, siguiendo el legado del acordeonero que nunca claudicó ante el compromiso de llevar el vallenato por el mundo. Cumplió hasta que las fuerzas lo acompañaron.

El adiós

La despedida del Rey Vallenato Egidio Cuadrado fue como quiso, con música vallenata donde se recordaron esos auténticos cantos que el interpretó junto a su querido grupo ‘La Provincia’. También se recordó su paso por la vida donde dejó una inmensa huella, siendo el compadre de todos.

Egidio fue un luchador amable, paciente y con una extraordinaria sabiduría musical llevándolo a sobresalir hasta traspasar fronteras, teniendo el más grande mensaje vallenato que suena en un acordeón acompañado de un llamativo verso. “Otro Rey que se ha marchado y dejó escrita su historia, por siempre en nuestra memoria queda su acordeón plasmado. Adiós Egidio Cuadrado que Dios te tenga en la gloria”. Amén.