La verdadera historia detrás de la canción ‘Las notas de Juancho’

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

La noche del lunes 21 de noviembre de 1994, hace 30 años, murió el acordeonero Juan Humberto Rois Zúñiga, en El Tigre, Estado Anzoátegui, Venezuela, junto a sus compañeros Rangel ‘El Maño’ Torres y Eudes Granados, quedando para la historia su inmenso legado musical que supo cultivar con su calidad interpretativa, unido a su estilo propio. De esta manera ‘El conejo’ o ‘El fuete’, se pegó en el corazón del folclor vallenato.

Así mismo dentro de las anécdotas de Diomedes Díaz y Juancho Rois, quedó un secreto en la canción ‘Las notas de Juancho’, porque los dos abrieron las compuertas del sentimiento para despejar el camino de la alegría, la cual llegaba cuando la ocasión lo ameritaba en esos recorridos musicales que nunca faltaban.

De esta manera, la magia del vallenato por su manera de interpretarse al natural, pasados los años no pierde su encanto, sino que aparece vestida con las mismas notas envueltas en el alma del ayer. Es toda una ventaja musical.

Es así como una vez Diomedes Díaz le pidió el favor a Juancho Rois, para que le llevara una razón a la joven venezolana de nombre Evis, a quien le iba a entregar en corto tiempo su corazón. Todo pasó en el año 1990, y Diomedes lo hizo público en medio del jeroglífico de la canción ‘Las notas de Juancho’, que aparece en la producción musical ‘Canta conmigo’, y lo adornó exaltando a su amigo.

De lejos muy lejos un acordeón, de notas muy lindas yo escuchaba, y por esa nota acentuada, yo dije enseguida es Juancho Rois”. Efectivamente ‘El Cacique de La Junta’, acertó y por el sonido del instrumento encontró a su compañero. Se armó la parranda donde se abrió el espacio ideal para exaltar su calidad interpretativa. “Por qué no me toca ese acordeón, así como lo escuché ese día, con esa bonita melodía que hace sonreír a mi folclor. Porque así me lleno de emoción, y recuerdo más a ese muchacha, esa donde tengo esa esperanza que pueda curarme este dolor”.

 

 

La razón del corazón

En aquella parranda Diomedes le solicitó a Juancho llevarle una razón de manera inmediata a Evis, utilizando la vía de Adriana, un amor que el acordeonero tenía en Barranquilla. ”Compadre hágame un favor, yo sé que se va mañana. Hágalo por vía de Adriana y me lleva esta razón. Me le dice a Evis que en estos días le voy a entregar el corazón”.

Soberana misión tuvo Juancho Rois para llevar ese recado amoroso que tenía las palabras adecuadas y la emoción dando vueltas. Lo cumplió y al poco tiempo Diomedes pudo en vivo y en directo llevar a la realidad la mencionada promesa, conllevando a darle rienda suelta a sus deseos con el compromiso de regresar cuando la vía estuviera nuevamente despejada.

Me le dice por favor que me encuentro confundido y un poco de su cariño, pa’ mí es una bendición. Que con mucho gusto y complacido le voy a entregar el corazón”. Esta canción nació sin pedirle permiso a nadie, amarrada a los recuerdos donde el corazón palpitaba acelerado cuando la melodía hacía que Diomedes Díaz cantara.

Evis y Adriana, con el paso del tiempo definieron su futuro sentimental, pero en sus corazones estuvieron viviendo estos dos artistas, quienes osadamente las encerraron en una canción durante cinco minutos y 26 segundos, para que el propio pentagrama auscultara las locuras del amor. Ese amor que como la luna tenía distintas fases, influyendo en el cuadrante oculto del sentimiento.

En aquel tiempo las ilusiones volaron lo más alto, la canción se impuso y cuatro seres pudieron en secreto darse algunas licencias donde las letras pegadas a la melodía no han podido borrarse. La historia de esta memorable obra musical no tuvo un final feliz, porque tanto Juancho como Diomedes, regresaron al redil del amor sincero y aquello quedó en el baúl de las aventuras.

El regalo de Juancho

En esa secuencia de la amistad y el cariño de estos dos artistas aparece el episodio cuando Juancho le regaló a Diomedes, la estatua de la Virgen del Carmen que también fue motivo de otra canción. “Me regaló Juancho Roís la virgen me regalo la Virgen del Carmen, y ahora, la tengo en Carrizal, la tierra, donde yo nací”… Juancho acertó con ese regalo para Diomedes porque él siempre veneró a su patrona a quien se encomendaba y le regalaba versos.

En el registro sonoro de las canciones grabadas por Diomedes Díaz, hay una apreciable cantidad de menciones a la Virgen del Carmen. Una de ellas aparece en ‘Mi primera cana’. “La vida me ha golpeado más de dos veces, pero yo he sido un hombre muy optimista. Ay ve, gracias Virgen del Carmen, por darme tantas cosas bonitas”.

La música vallenata ha tenido la virtud de ponerle música a los hechos reales, donde los inventos no caben porque le quitan la esencia. En ese sentido, debe  tener la medida exacta donde el amor hace olvidar las tristezas que muchas veces se asoman en la esquina preferida del corazón, quien se resiste a poner condiciones.

Juancho Rois es recordado 30 años después por las notas de su acordeón y por diversas canciones donde enmarcó su alma enamorada, para decirle a Jenny Dereix muy convencido. “Yo estoy dispuesto a brindarte mi vida y mi corazón, y eso para demostrarte lo que te quiero mi amor”. En el mundo vallenato quedó la parte de su vida que nunca se olvida, porque hasta el viento todavía solloza por su partida y el tren donde llevan ´Las notas de Juancho’ no se ha detenido.

De igual manera en su casa de San Juan del Cesar, está Dalia Esther Zúñiga, su señora madre, quien no se cansa de añorarlo. “De mi hijo tengo todos los recuerdos, principalmente su hijo. Para mi Juancho Rois sigue en mi hogar, donde se encierra toda su vida”. Ella, todavía no deja de llorarlo y sus lágrimas se desbordan bajando por sus mejillas como un río enfurecido.

 

Martín Elías Maestre, primer profesor musical de Diomedes Díaz

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

En la canción ‘Mi vida musical’, Diomedes Díaz lo dejó bien claro. “Siendo todavía un muchacho allá en Carrizal, donde nací y me críe con los viejos míos,  junto con Martín Maestre que era mi tío,  que Dios lo tenga en la gloria porque el murió, y de recuerdo Martín a mi me dejó la enseñanza para mi vida musical”.

De esta enseñanza fue testigo Adriana Josefa Sarmiento Loperena, nacida en La Junta, La Guajira, la mujer que conquistó el amor del juglar Martín Elías Maestre Hinojosa, el hijo de Manuel José Maestre y Eufemia Hinojosa. Además, tío de Diomedes Díaz Maestre.

Ella comenzó contando desde el final de la historia que fue el miércoles primero de agosto de 1979, cuando murió Martín Maestre, al transportarse en una camioneta desde La Junta, La Guajira y accidentarse en la entrada a Valledupar. Adriana Josefa, en ese entonces tenía 20 años y ya era madre de tres hijos: Ela María y Everardo, de cuatro y dos años, respectivamente, y Yojeidi, de 42 días de nacida.

Con la mayor naturalidad comenzó diciendo. “A Martín lo conocí cuando yo tenía 14 años y él 19; a los 15 me empaté con él y a los 16 le parí”. Cuando se esperaba que comenzara a contar sobre la tragedia que la dejó sola con sus tres hijos, siguió diciendo. “Mi mamá Clara Esperanza Loperena Nieves, estaba de acuerdo con la relación. Mi papá Ángel Antonio Sarmiento Gutiérrez al comienzo no, pero cuando llegaron sus nietos aceptó todo”.

Sale de esa encrucijada y señala. “Viví solamente cuatro años largos con Martín porque la muerte no los arrebató. Era muy cariñoso, me ponía serenatas y nunca lo ví bravo. Era un amor bonito, aunque después se volvió mujeriego”. De un tajo cierra ese capítulo y entra a contar sobre el hombre dedicado a la música vallenata.

Adriana Josefa Sarmiento le contó en detalle al periodista Juan Rincón Vanegas, todo lo concerniente a Martín Maestre

“Martín se la pasaba componiendo, cantando y tocando su acordeón. A cada rato sacaba una canción. A mi me hizo varias”. Entonces comenzó a citar algunas, como ‘Muñequita linda’, ‘Mortificación’, ‘Me mata el dolor’ y ‘El palo de limón’, entre otras.

De inmediato entró a contar la afinidad musical que tenía Martín con su sobrino Diomedes Díaz, hijo de su hermana Elvira. “Era única. Se entendían muy bien y Martín lo guió y le enseñó muchas cosas que después le sirvieron mucho. Diomedes en ese entonces tocaba guacharaca, componía y verseaba bien. Era noble, sencillo y de buenas costumbres. Diomedes hizo parte de mi familia porque tuvo una hija con mi hermana Ángela Martina. Estábamos era unidos”.

 

Sonrió y aseveró. “Diomedes siempre habló bellezas de su tío. Lo trataba de su ídolo, su ángel, su guardián y su profesor en la música vallenata. Tenían un grupo que se presentaba en toda la región y de esa manera se ganaban sus pesos y traían cosas para la casa. Diomedes, lo quiso tanto que le hizo un homenaje poniéndole su nombre a uno de sus hijos que tuvo con Patricia Acosta, ‘El gran Martín Elías’, un excelente cantante que murió jovencito”.

Se quedó callada, mirando al frente y con ya toda la calma del caso, señaló. “Al morir Martín conté con el apoyo de mis padres para sacar adelante a mis hijos. Gracias a Dios todo salió bien”. Agachó su cabeza y comentó. “La muerte de Diomedes me dolió mucho porque lo ví crecer de la mano de su tío Martín Elías Maestre Hinojosa, ese hombre al que le hubiera gustado ver a su sobrino en la cúspide”.

El relato de ella continuó. “De Martín Maestre tengo una foto donde está montado en un caballo. Además, digo que ese que apareció en la novela de un canal de televisión nacional, ni rastros de lo que era. Se equivocaron del cielo a la tierra. Yo si lo conocí”. Los presentes en la entrevista lo corroboraron.

 

La despedida de Martín

Después regresó al punto inicial y entregó detalles de la noche antes de que él partiera del pueblo de  La Junta a encontrar la muerte en otro lugar. “Llegó tarde de la noche y entró al cuarto. Yo me hice la dormida. Tomó a sus hijos a quienes abrazó y besó diciéndoles que los quería mucho. Luego se acercó a la cama de mi mamá, la llamó, y empezó a hablar con ella. Le contó que a Diomedes le habían regalado una camioneta, que iban para Valledupar”.

Seguidamente ella misma quedó sorprendida con la siguiente declaración de Martín. “Preocupado le contó a mi mamá que no hacía mucho en la parranda donde estaba, le habían dicho que una paisana llamada Luz Marina, con quien tuvo una relación fugaz, le había parido una hija”. Adriana Josefa, relató que se quedó más quieta, pero estaba que explotaba de la rabia. “Pensé que el otro día cuando regresara le iba a reclamar por su infidelidad”.

Al contar ese episodio se paró de la silla, caminó pocos pasos para despejar su pensamiento y cuando se volvió a sentar varias lágrimas visitaron sus mejillas, y entonces dijo una frase salida de lo más profundo de su corazón: “No le pude reclamar porque me tocó llorarlo”. Se llevó sus manos al rostro y las palabras huyeron porque el sentimiento en trance no daba lugar a más nada. Luego, en medio de sollozos, aseveró. “Ya lo he dicho todo”…

Efectivamente, ella desgajó todas las palabras sobre el hombre que la conquistó con cantos de acordeón, que le regaló tres hijos y le dedicó tantas canciones como ‘Muñequita linda’, esa donde la pintó de cuerpo entero. Un premio a esa mujer guajira que a pesar de todo nunca ahorró amor para darle hasta el final de sus días.

Te quiero mucho y tú muy bien lo sabes negra de mi alma tenme compasión. Solo en la vida tu puedes curarme para así aliviarme y no sufrir de amor. Sé que mi vida será algo distinto después que decidas cambiar de opinión. Juro ante Dios darte un amor bonito, cual tú te mereces lo mismo que yo”.

El recuerdo de Martín Maestre, el profesor musical de Diomedes Díaz, es toda una novela donde cantos, vivencias y notas de acordeón hicieron posible que la vida tuviera sentido en ese pueblo donde todavía se arrulla el corazón, se extrañan las costumbres y hasta una sonrisa regresa del cielo.

 

“Los recuerdos del compadre Egidio Cuadrado no tienen despedidas”: Carlos Vives

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

Cuando se habla en distintos escenarios con el artista Carlos Vives afloran recuerdos, anécdotas y sus constantes luchas por sobresalir en el campo de la música donde se impuso con pasión, fe y confianza. Eso sí mirando de frente a la música vallenata con sus principales protagonistas.

En estos días el tema central para él es la triste despedida de la vida del Rey Vallenato del año 1985, Egidio Rafael Cuadrado Hinojosa, quien por más de 30 años estuvo a su lado sembrando música por todo el mundo, donde fue un  gran abanderado.

Al indagarle al respecto, señaló. “Los recuerdos del compadre Egidio Cuadrado, no tienen despedidas. Era una persona autentica, y quien mantuvo a ‘La provincia’ afincada a un sentimiento. El compadre Egidio fue un campesino eterno y nos recordaba de dónde veníamos. Un símbolo que todo el mundo quiso, símbolo  que no dejaremos nunca. Símbolo de identidad de nuestra banda y que nos mostraba que más allá de todo, nuestra música era un compromiso de vida”.

Enseguida continuó dando a conocer conceptos sobre su compadre Egidio, y aterrizo cuando ganaron el año pasado el Premio Grammy Latino, categoría Mejor Álbum Cumbia/Vallenato con ‘Escalona nunca había grabado así’, un álbum donde aparecieron 12 de las composiciones más memorables del maestro Rafael Escalona Martínez, quien para Carlos Vives es la mayor referencia de su niñez en Santa Marta.

Es así como pudo saber de un estudiante que le mandaba razones a su morenita, porque se iba dejándole de recuerdo un paseo, de la nostalgia por un compadre quien tenía que salir presuroso del pueblo de Manaure, a cumplir su misión como educador en Valledupar o de aquella elegía dedicada al pintor Jaime Molina, a quien Escalona le prometió hacerle una canción.

Al iniciar el exitoso proyecto musical recordó la serie de televisión Escalona, y más teniendo el respaldo de Egidio Cuadrado, quien contó sobre un cuaderno donde estaban las letras de la mayoría de las canciones del maestro Escalona. De inmediato comenzó la odisea de rescatarlo hasta saber que desde hace muchos años lo guardaba Dina Luz, hermana de Egidio, y quien fuera compañera del maestro Rafael Escalona. “Esa fue una entrega total de mi compadre Egidio. Él al lado de ‘La Provincia’ fueron ejes vitales para lograr este anhelado premio”.

En el cuaderno de pocas hojas, estaban los versos adecuados para sacar adelante este compromiso que tenía las notas precisas, las historias calcadas de añoranzas y principalmente, el alma de ese hombre llamado Rafael Escalona, quien intentó construir una casa en el aire, dejar el mejor testamento y quejarse porque una mona en el barrio Cañaguate de Valledupar, se había propuesto acabar con su vida.

De esa manera, los cantos del maestro Rafael Escalona fueron galardonados teniendo un nuevo vestido en la voz de Carlos Vives y el acordeón del Rey Vallenato Egidio Cuadrado, quienes supieron darle el matiz necesario hasta sentir la brisa de Patillal cuando una cometa eleva los corazones.

Ovación en Madrid, España

Hace cinco años Carlos Vives y Egidio Cuadrado, fueron ovacionados en un concierto en Madrid, España, previo a la final de la Champions League que disputaron los equipos Liverpool y Tottenham, donde las canciones vallenatas se pasearon por los oídos de millones de asistentes y televidentes. En esa ocasión Carlos Vives y Egidio Cuadrado, lloraron de la emoción de ver la receptividad a los cantos vallenatos, especialmente de ‘La gota fría y ‘La Cañaguatera’. Todo lo resumieron en una frase. “.El vallenato alegrando corazones”.

Enseguida, se recordó la vida y obra de Emiliano Antonio Zuleta Baquero e Isaac ‘Tijito’ Carrillo Vega, dos juglares que patentaron esas canciones y después las dieron a conocer en las parrandas.

Infinidad de recuerdos abrazan a Carlos Vives sobre su compadre Egidio, quien se gozó la vida a su manera y fue un soldado fiel de la música vallenata. “Estar con él era muy agradable porque se remitía a las historias del pasado y nos hacía reír. Nos conectaba de inmediato con la realidad y poder ser humildes, fieles y buenos. Imposible olvidarlo”.

Carlos Vives contó que junto a su esposa Claudia Elena Vásquez, hablaron en la clínica con su compadre Egidio, notándolo motivado y pensando que todo estaría bien, pero 12 días después falleció. En medio de la tristeza del artista reflexionó y señaló que el grupo ‘La Provincia continuará, siguiendo el legado del acordeonero que nunca claudicó ante el compromiso de llevar el vallenato por el mundo. Cumplió hasta que las fuerzas lo acompañaron.

El adiós

La despedida del Rey Vallenato Egidio Cuadrado fue como quiso, con música vallenata donde se recordaron esos auténticos cantos que el interpretó junto a su querido grupo ‘La Provincia’. También se recordó su paso por la vida donde dejó una inmensa huella, siendo el compadre de todos.

Egidio fue un luchador amable, paciente y con una extraordinaria sabiduría musical llevándolo a sobresalir hasta traspasar fronteras, teniendo el más grande mensaje vallenato que suena en un acordeón acompañado de un llamativo verso. “Otro Rey que se ha marchado y dejó escrita su historia, por siempre en nuestra memoria queda su acordeón plasmado. Adiós Egidio Cuadrado que Dios te tenga en la gloria”. Amén.

 

Egidio Cuadrado, el Rey Vallenato que desde niño forjó su grandeza musical

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

“Hable compadre. Hable compadre”, le dijo Carlos Vives al Rey Vallenato Egidio Rafael Cuadrado Hinojosa, cuando se le solicitó una entrevista el 29 de abril de 2023 en el Parque de la Leyenda Vallenata ‘Consuelo Araujonoguera’. Entonces manifestó que con gusto y se dispuso a recibir las respectivas preguntas.

Al lado estaba el acordeonero con demasiada historia por contar, y más al tener terciado en el pecho su acordeón que con sus notas le forjaron el destino de su grandeza musical. Al indagarle por su trayectoria no sabía por dónde comenzar, pero contó que fue desde muy niño en su natal Villanueva, La Guajira.

Entonces puso en orden sus pensamientos. “Para contar todos los episodios de mi vida el tiempo se queda corto, pero intentaré acordarme de los testimonios de vida, triunfos, fe, esperanzas y más en esta etapa donde he recibido muchos triunfos al lado de mi compadre Carlos Vives, y teniendo el apoyo de mi familia”.

Continuó contando de manera calmada y con mucha concentración. “Cuando tenía seis años me llamó la atención la música vallenata porque en casa mi hermano Hugues, tocaba el acordeón. En vista de esas ganas de aprender a tocar, mi mamá Cristina Hinojosa me compró un acordeón y esa fue mi más grande felicidad. El acordeón nunca lo he soltado y estará conmigo hasta el final de mis días”.

Estando sumergido en el enjambre de vivencias no podía dejar de hablar. “La primera canción que aprendí a tocar fue ‘Así soy yo’, del compositor  Aniceto Molina. Entonces sin esperarlo, cantó el primer verso. “Si me voy, si me voy, recuerda que yo volveré. Ruega a Dios, ruega a Dios, que algún día tenga que volver. Aquel amor que se fue, más nunca volvió, porque así lo quiso Dios, porque así soy yo”.

Al dejar de cantar, añadió. “Desde muy joven me metí de lleno en el mundo vallenato acompañando a distintos cantantes y participando en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1973, donde alcance la corona de Rey Aficionado. Después con el paso del tiempo realicé diversas grabaciones hasta llegar a la serie televisiva ‘Escalona’, y ‘La Provincia’ con Carlos Vives, grupo que hace 30 años marca la pauta musical”.

Enseguida contó que en el año 1979 partió desde su tierra hacia Bogotá, en busca de otros horizontes y lo logró. Claro, que había mucha tristeza en su corazón. De un momento a otro aparecieron algunas lágrimas. Se le respetó ese instante donde las palabras sobraban.

Más sereno, señaló. “La muerte de mi mamá fue demasiado dura para mí. Ella era el eje de todo, la que me apoyaba en mis deseos de ser acordeonero. Me sentía solo y triste. Esa fue una de las razones para partir de Villanueva. Ella siempre ha sido mi guía desde el cielo”.

Egidio, en la capital del país comenzó a sobresalir conociendo a través del maestro Rafael Escalona, quien vivía con su hermana Dinaluz, a prestantes personalidades de la política, la economía, la cultura, el deporte y el periodismo.

“Gracias a Dios, lo de Bogotá fue definitivo para mi carrera musical y también para mis pretensiones de ser Rey Vallenato, honor que alcancé hace 38 años, teniendo como acompañantes en la caja a mi hermano Heberth Cuadrado y en la guacharaca a Efraín ‘El Toto’ López”, señalo Egidio.

Lo curioso de su triunfo fue que la final del concurso de Acordeón Profesional estaba programada para la noche del 30 de abril de 1985, pero debido a un fuerte aguacero se llevó a cabo el día siguiente. En esa ocasión interpretó el paseo ‘El mejoral’ y el merengue ‘La vieja Sara’, del maestro Rafael Escalona; el son ‘Amparito’ de Lorenzo Morales y la puya ‘La puya puyá’, de su autoría. El jurado estuvo integrado por Gilberto Alejandro Durán Díaz, Lorenzo Miguel Morales Herrera, Emiliano Zuleta Díaz, Adolfo Pacheco Anillo y Juan Gossaín Abdala.

En ese momento de la entrevista contó lo que siguió. “Supe aprovechar mi reinado y visité al presidente Belisario Betancur, quien era mi amigo. Ese día me prometió la gestión ante las embajadas para que fuera el vocero de Colombia llevando la música vallenata a muchos lugares del mundo. En total, estuve en 20 países”.

Sin parar narró. “Ese mismo año en que me coroné Rey Vallenato en una parranda conocí a Carlos Vives, en aquel entonces el famoso ‘Gallito’ Ramírez. Esa tarde él cantó conmigo tres canciones: ‘La casa en el aire’, (Rafael Escalona), ‘Ausencia’, (Santander Durán Escalona) y ‘El cantor de Fonseca’ (Carlos Huertas). Puedo decir que desde aquella parranda arrancó todo lo que nos llevó años después a estar en la serie de televisión ‘Escalona’. Además, ser el acordeonero del grupo ‘La Provincia’, donde se han tenido diversos reconocimientos como el Premio Grammy Latino. Este grupo es toda una familia”.

 

 

Carlos Vives, el hermano

Al creer que iba a proseguir con su relato, guardó silencio izando su corazón en lo más alto, y luego expresó. “Mi compadre Carlos Vives para mi es todo. Un hermano y un amigo de verdad. El que siempre ha estado a mi lado a todo momento. Es lo mejor que me ha pasado en el campo musical y personal”.

Egidio, el hijo de Agustín Cuadrado y Cristina Hinojosa, el mismo que nunca dejaba su sombrero vueltiao, su mochila arhuaca y sus 12 acordeones. También, el que disfrutaba sus ratos de tranquilidad en su finca de Villeta, Cundinamarca, escuchando canciones de Juan Gabriel, Julio Iglesias y Claudia de Colombia, agradeció la entrevista donde reveló detalles inéditos en medio de los albores del sentimiento, donde se pudo palpar que la vida tiene el mayor sentido cuando suena el acordeón de un Rey Vallenato.

Ahora cuando se abrieron las compuertas de la tristeza estando el folclor vallenato llenó de luto por la muerte del Rey Vallenato Egidio Cuadrado, al que le correspondió hablar fue a Carlos Vives. “Hable compadre”, y esto dijo. “Me vá a tomar un tiempo ordenar los recuerdos que son demasiados al llenar gran parte de mi vida. El dolor no tiene comparación. Mi compadre Egidio será eterno y les doy las gracias a todos por quererlo tanto… Y como él decía que no se pierda la sonrisa”.

 

Fredy Molina marcó su territorio con cimientos de poesías cantadas

-Hace 52 años murió el compositor que tuvo los versos precisos y quien desde su tierra Patillal elevó la cometa de su corazón-

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

La poesía flotó en la memoria de Fredy de Jesús Molina Daza, aquel compositor nacido en el corregimiento de Patillal, municipio de Valledupar, llegando a escribir y luego ponerle melodía a aquel verso que llamó la atención de inmediato. “Soy hombre confundido pensando en cosas que de ser no dejarán. Excusen si necio he sido con este reflexionar. Si luego pienso, yo existo, dijo Descartes al pensar”.

Muchos no podían creer que ese verso fuera de su autoría, pero él más adelante le añadió otros para corroborar que era capaz de unir letras y separar las palabras justas en el tiempo del corazón o viendo una cometa dándose alegres paseos por el firmamento de su amado Patillal, tierra donde nació en el hogar de José Amiro Molina Gutiérrez y Eloísa Daza Hinojosa, el sábado cuatro de agosto de 1945.

Sus cantos fueron dignos de aplaudir teniendo en su interior la esencia del amor, las costumbres, las vivencias y pedazos de melancolías, donde se plasmó la primera novia en olvido, el trago a escondidas sintiendo la felicidad al regalar un beso y hasta hacerle preguntas a la luna Patillalera.

Fredy Molina en el éxtasis de su composición reflexionó.  “Cuando me miras qué es lo que sientes, dímelo pronto, pronto mi vida. Estoy que me muero por saber, qué es lo que sientes cuando me miras”. Después con la sinceridad que no podía ocultar, cantó. “Freddy Molina te quiere, eres mi duda esperanza. Cuando el Guatapurí se crece al sentir mi pasión se calma. Si no me miras el propio cielo, siente mi pena y se entristece”.

Sería extenso citar la maravillosa obra de este compositor quien mantuvo encendida la llama del alma, porque estando lleno de nostalgia en cierto punto del sentimiento la mezclaba con alegrías. Es así como expresó lo siguiente en el bello canto llamado ‘Dos rosas’. “Existen dos corazones que son dos rosas de fragancia y de pureza natural. El amor tiene un sentido a toda hora y el sentimiento nace espiritual. Canto sobre la verdad, hablo de dos corazones que se aman en realidad y gozan de sus amores”.

El indio desventurado

En el año 1970 Fredy Molina ganó el concurso de la canción vallenata inédita del Festival de la Leyenda Vallenata con el paseo ‘El indio desventurado’, donde contó sobre el romance de una pareja indígena, quien no tuvo un final feliz, sino que la soledad y la muerte llegaron en el momento inesperado. Un hecho digno de una obra literaria, caso Romeo y Julieta.

Abrazados en sueño eterno como haciéndose el amor, la soledad y el silencio se contemplan con el dolor. Y cuentan de esa leyenda que el indio desventurado tan noble sería su pena que fue y murió a su lado”.

La calificación como la mejor canción de ese año le correspondió al jurado conformado por Rafael Escalona Martínez, Arturo Molina Gutiérrez, Armando Maestre Pavajeau, Miriam Pupo de Lacouture y Rafael Guzmán, siendo grabada tiempo después por Alfredo Gutiérrez.

El paso por la vida de Fredy Molina fue corto y solamente estuvo 27 años porque se la apagaron a la fuerza. Esa noche del domingo 15 de octubre de 1972, la tristeza y el llanto sacudieron a Patillal. Entonces, aparecieron los cantos dedicados al hombre que supo ganarse un espacio en la música vallenata al saber marcar su territorio con cimientos de poesías cantadas.

De esta manera el compositor Gustavo Gutiérrez Cabello, le cantó ‘El silencio de Fredy Molina’, donde abrió su corazón, y dijo. “Voces de muerte se oyeron en todita la región, el llanto brilló en los ojos, tristeza en el corazón. Y mientras vibra confusa las notas de un acordeón, Fredy Molina se muere sin sentir ningún dolor. Y allí en su pueblito natal duermen sus sueños de infancia anhelos que nunca podrá realizar. De su pueblito en la sabana que se llama Patillal, Fredy Molina allí descansa nunca más se oirá cantar”.

Al respecto ‘El Flaco de Oro’, quien recientemente cumplió 84 años, indicó. “El recuerdo de Fredy Molina es imborrable en mi memoria. Le hice la canción por su grandeza, siendo grabada por Alfredo Gutiérrez. Era una persona sencilla, amable, cariñosa y afectuosa con sus amigos. Tenía una gran sensibilidad para un componer. Además, su juventud y la mía estuvieron muy ligadas por una hermandad profunda. La poesía de Fredy Molina es  única y sus canciones inmortales”.

También con la tristeza a cuestas el compositor Armando Zabaleta, hizo la canción ‘No voy a Patillal’, una elegía para su colega y amigo, ganando en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1973. “No voy a Patillal porque me mata la tristeza, al ver que en ese pueblo fue donde murió un amigo mío. Era compositor como lo es Zabaleta, y era lo más querido de ese caserío. Si algún día llego a ir sé que me regreso enseguida, porque me da tristeza apenas yo empiezo a recordarlo”.

Recuerdos vivos

En Patillal se sigue recordando, y más por Margarita Ochoa Maestre, con quien Fredy Molina tuvo dos hijos, Edgardo José y José Juan, quienes son compositores y han sacado adelante su legado para que nunca muera. Precisamente, hace dos años la versión 33 del Festival Tierra de Compositores de Patillal fue en su honor.

Ahora, 52 años después de su partida sigue viva la memoria del bardo de ‘La Malena’, quien con un verso dejo constancia de todo su sentimiento. “Yo quiero que tú me quieras como nunca me has querido. Y si no quieres que muera, vuélveme a querer lo mismo”. Definitivamente, Fredy Molina no pudo ser firme en el amor ante la debilidad del corazón.

 

Rodolfo Miguel, el rey vallenato de Consuelo Araujonoguera

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

El 29 de septiembre no es un día cualquiera para Rodolfo Miguel Molina Meza, rey juvenil del Festival de la Leyenda Vallenata en el año 2007. Es el día de su cumpleaños, pero también coincide con la fecha del fallecimiento de su abuela Consuelo Araujonoguera, hecho sucedido en el año 2001. Para él es un día alegre y triste a la vez, pero más melancólico para el acordeonero que le cumplió a ella el deseo de ser rey de algo.

Precisamente, su abuela Consuelo en una entrevista había señalado. “Quisiera que uno de mis nietos se corone rey vallenato de algo, como acordeonero, cajero o guacharaquero, ya que mis hijos no me dieron la dicha de serlo. Ese día mis huesos estarán felices donde quiera que se encuentren”. El dos de mayo de 2007 Rodolfo Miguel logró esa hazaña y por eso fue al Cementerio Central de Valledupar a ofrecerle el título.

Allí le tocó y le cantó la canción de la autoría de ‘La Cacica’, ‘Mañana me voy pal’ Valle’. Durante varios minutos acordeón y voz se compaginaron para dar testimonio de que en el vallenato a las penas se le cantan y las tristezas suenan en el pentagrama del sentimiento.

En esa canción ella dejó constancia de su amor por la tierra que la vio nacer el jueves primero de agosto de 1940, y donde quiso morir. “Mi Valle lindo donde mis hijos me van a enterrar”.

La Consuelo de siempre

Consuelo Araujonoguera fue una auténtica defensora de la pureza raizal del vallenato, dejando la constancia escrita. “El vallenato de verdad no se hace, no se fabrica, no se diseña. Simplemente nace. Nace después de que lo engendra el sentimiento y lo pare la inspiración. Los otros son vallenatos de probeta, de laboratorio. Las buenas canciones se quedan en la memoria, su melodía se tararea en las calles y se saborea como las frutas maduras. En el verdadero vallenato la poesía fluye serena, con palabras sonoras que no rompen la melodía. Una buena canción nos hace sentir el mismo estremecimiento que aprieta las tripas y eriza los pelos”.

El epitafio

 Cinco años antes de su muerte Consuelo escribió su propio epitafio. Todo pasó la mañana del viernes cinco de abril de 1996, cuando de su puño y letra escribió en un papelito la célebre frase en medio de una entrevista. El papelito que le entregó a quien escribe, decía. “Aquí yace Consuelo Araujonoguera, de pie, como vivió su vida”.

En la lápida de la bóveda número 52 del Cementerio Central de Valledupar se esculpió esa frase que tarde o temprano, como son los designios de la vida, tenía que suceder. O como la misma Consuelo Araujonoguera lo escribiera en su columna ‘Carta Vallenata’ de El Espectador.

“Pienso, por ejemplo, que yo también, un día cualquiera sólo lo sabe el Todopoderoso que es el dador de la vida y él único que sabe cuándo decide quitarla, me voy a morir tal como se muere y se va a seguir muriendo todo el que existe y tiene vida en el mundo;  pienso que nadie, ni yo ni ningún otro, se va a quedar para semilla, ni para reconstruir solo el mundo que estamos acabando los mismos hombres para los cuales Dios los creó. Y sí de escoger se trata, prefiero morir con la boca abierta a tener que vivir con los labios cerrados”.

De igual manera, Consuelo Araujonoguera, el sábado 20 de junio de 1992 leyó un escrito en la tarima ‘Francisco el Hombre’, de la Plaza Alfonso López, nueve días después del asesinato del cantante Rafael Orozco, luego de cumplirse por las calles de Valledupar la marcha del silencio convocada por la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.

“Señor, haz a nuestra música un instrumento de paz que donde quiera que haya odio la inspiración de nuestros poetas siga llevando amor; que donde quiera que haya injuria la música de nuestros acordeones siga llevando perdón; que donde quiera que haya sombra la poesía de nuestros juglares lleve la luz; que donde quiera que haya dudas en torno a la existencia del hombre sobre la tierra, los cantos vallenatos hagan una reafirmación de fe; que donde quiera que haya tristeza, luto y lágrimas vuelvan los sonidos de nuestras guacharacas y tambores a llevar la alegría; que donde quiera que la desesperación ensombrezca el alma de los hombres, vuelvan las notas melodiosas de los poetas del vallenato a llevar la paz”.

Y finalizó diciendo. “Haznos Señor, permite Señor, ayúdanos Señor, a que nuestros músicos sigan consolando a los tristes. A que nuestra música siga llevando comprensión y perdón donde quiera haya dolor y tristeza para que el sacrificio de nuestros cantantes, compositores, juglares y de todos los colombianos no sea en vano, sino que germine en semilla óptima en frutos y racimos que sean la cosecha para las generaciones futuras de la paz de Cristo, y en el amor de todos los colombianos. Amén”.

La novia del Valle

Entre reconocimientos, versos y canciones exaltando su trabajo folclórico-cultural han pasado 23 años de su partida de la tierra. Tantas añoranzas juntas que serían largo enumerar y que están resumidas en la canción ‘La novia del valle’ del compositor Wiston Muegues Baquero.

“Los vallenatos quedamos en mora de hacerle un homenaje a la señora que fuera en vida ‘La novia del Valle’; lleva en el alma este folclor tan bello, lo recibió cuando era pequeño, le dio su vida hasta volverlo grande. Y ella con su estirpe vallenata luchó siempre por su raza contra el tiempo y su premura”.

El tiempo pasa, pero su recuerdo vive prendido en sus incontables obras y amor al folclor vallenato. Ella todos los días visita un lugar de nuestras memorias, siendo una página bonita de la historia, donde el olvido no existe porque sus huellas nunca se han borrado.