“Los recuerdos del compadre Egidio Cuadrado no tienen despedidas”: Carlos Vives

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

Cuando se habla en distintos escenarios con el artista Carlos Vives afloran recuerdos, anécdotas y sus constantes luchas por sobresalir en el campo de la música donde se impuso con pasión, fe y confianza. Eso sí mirando de frente a la música vallenata con sus principales protagonistas.

En estos días el tema central para él es la triste despedida de la vida del Rey Vallenato del año 1985, Egidio Rafael Cuadrado Hinojosa, quien por más de 30 años estuvo a su lado sembrando música por todo el mundo, donde fue un  gran abanderado.

Al indagarle al respecto, señaló. “Los recuerdos del compadre Egidio Cuadrado, no tienen despedidas. Era una persona autentica, y quien mantuvo a ‘La provincia’ afincada a un sentimiento. El compadre Egidio fue un campesino eterno y nos recordaba de dónde veníamos. Un símbolo que todo el mundo quiso, símbolo  que no dejaremos nunca. Símbolo de identidad de nuestra banda y que nos mostraba que más allá de todo, nuestra música era un compromiso de vida”.

Enseguida continuó dando a conocer conceptos sobre su compadre Egidio, y aterrizo cuando ganaron el año pasado el Premio Grammy Latino, categoría Mejor Álbum Cumbia/Vallenato con ‘Escalona nunca había grabado así’, un álbum donde aparecieron 12 de las composiciones más memorables del maestro Rafael Escalona Martínez, quien para Carlos Vives es la mayor referencia de su niñez en Santa Marta.

Es así como pudo saber de un estudiante que le mandaba razones a su morenita, porque se iba dejándole de recuerdo un paseo, de la nostalgia por un compadre quien tenía que salir presuroso del pueblo de Manaure, a cumplir su misión como educador en Valledupar o de aquella elegía dedicada al pintor Jaime Molina, a quien Escalona le prometió hacerle una canción.

Al iniciar el exitoso proyecto musical recordó la serie de televisión Escalona, y más teniendo el respaldo de Egidio Cuadrado, quien contó sobre un cuaderno donde estaban las letras de la mayoría de las canciones del maestro Escalona. De inmediato comenzó la odisea de rescatarlo hasta saber que desde hace muchos años lo guardaba Dina Luz, hermana de Egidio, y quien fuera compañera del maestro Rafael Escalona. “Esa fue una entrega total de mi compadre Egidio. Él al lado de ‘La Provincia’ fueron ejes vitales para lograr este anhelado premio”.

En el cuaderno de pocas hojas, estaban los versos adecuados para sacar adelante este compromiso que tenía las notas precisas, las historias calcadas de añoranzas y principalmente, el alma de ese hombre llamado Rafael Escalona, quien intentó construir una casa en el aire, dejar el mejor testamento y quejarse porque una mona en el barrio Cañaguate de Valledupar, se había propuesto acabar con su vida.

De esa manera, los cantos del maestro Rafael Escalona fueron galardonados teniendo un nuevo vestido en la voz de Carlos Vives y el acordeón del Rey Vallenato Egidio Cuadrado, quienes supieron darle el matiz necesario hasta sentir la brisa de Patillal cuando una cometa eleva los corazones.

Ovación en Madrid, España

Hace cinco años Carlos Vives y Egidio Cuadrado, fueron ovacionados en un concierto en Madrid, España, previo a la final de la Champions League que disputaron los equipos Liverpool y Tottenham, donde las canciones vallenatas se pasearon por los oídos de millones de asistentes y televidentes. En esa ocasión Carlos Vives y Egidio Cuadrado, lloraron de la emoción de ver la receptividad a los cantos vallenatos, especialmente de ‘La gota fría y ‘La Cañaguatera’. Todo lo resumieron en una frase. “.El vallenato alegrando corazones”.

Enseguida, se recordó la vida y obra de Emiliano Antonio Zuleta Baquero e Isaac ‘Tijito’ Carrillo Vega, dos juglares que patentaron esas canciones y después las dieron a conocer en las parrandas.

Infinidad de recuerdos abrazan a Carlos Vives sobre su compadre Egidio, quien se gozó la vida a su manera y fue un soldado fiel de la música vallenata. “Estar con él era muy agradable porque se remitía a las historias del pasado y nos hacía reír. Nos conectaba de inmediato con la realidad y poder ser humildes, fieles y buenos. Imposible olvidarlo”.

Carlos Vives contó que junto a su esposa Claudia Elena Vásquez, hablaron en la clínica con su compadre Egidio, notándolo motivado y pensando que todo estaría bien, pero 12 días después falleció. En medio de la tristeza del artista reflexionó y señaló que el grupo ‘La Provincia continuará, siguiendo el legado del acordeonero que nunca claudicó ante el compromiso de llevar el vallenato por el mundo. Cumplió hasta que las fuerzas lo acompañaron.

El adiós

La despedida del Rey Vallenato Egidio Cuadrado fue como quiso, con música vallenata donde se recordaron esos auténticos cantos que el interpretó junto a su querido grupo ‘La Provincia’. También se recordó su paso por la vida donde dejó una inmensa huella, siendo el compadre de todos.

Egidio fue un luchador amable, paciente y con una extraordinaria sabiduría musical llevándolo a sobresalir hasta traspasar fronteras, teniendo el más grande mensaje vallenato que suena en un acordeón acompañado de un llamativo verso. “Otro Rey que se ha marchado y dejó escrita su historia, por siempre en nuestra memoria queda su acordeón plasmado. Adiós Egidio Cuadrado que Dios te tenga en la gloria”. Amén.

 

Egidio Cuadrado, el Rey Vallenato que desde niño forjó su grandeza musical

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

“Hable compadre. Hable compadre”, le dijo Carlos Vives al Rey Vallenato Egidio Rafael Cuadrado Hinojosa, cuando se le solicitó una entrevista el 29 de abril de 2023 en el Parque de la Leyenda Vallenata ‘Consuelo Araujonoguera’. Entonces manifestó que con gusto y se dispuso a recibir las respectivas preguntas.

Al lado estaba el acordeonero con demasiada historia por contar, y más al tener terciado en el pecho su acordeón que con sus notas le forjaron el destino de su grandeza musical. Al indagarle por su trayectoria no sabía por dónde comenzar, pero contó que fue desde muy niño en su natal Villanueva, La Guajira.

Entonces puso en orden sus pensamientos. “Para contar todos los episodios de mi vida el tiempo se queda corto, pero intentaré acordarme de los testimonios de vida, triunfos, fe, esperanzas y más en esta etapa donde he recibido muchos triunfos al lado de mi compadre Carlos Vives, y teniendo el apoyo de mi familia”.

Continuó contando de manera calmada y con mucha concentración. “Cuando tenía seis años me llamó la atención la música vallenata porque en casa mi hermano Hugues, tocaba el acordeón. En vista de esas ganas de aprender a tocar, mi mamá Cristina Hinojosa me compró un acordeón y esa fue mi más grande felicidad. El acordeón nunca lo he soltado y estará conmigo hasta el final de mis días”.

Estando sumergido en el enjambre de vivencias no podía dejar de hablar. “La primera canción que aprendí a tocar fue ‘Así soy yo’, del compositor  Aniceto Molina. Entonces sin esperarlo, cantó el primer verso. “Si me voy, si me voy, recuerda que yo volveré. Ruega a Dios, ruega a Dios, que algún día tenga que volver. Aquel amor que se fue, más nunca volvió, porque así lo quiso Dios, porque así soy yo”.

Al dejar de cantar, añadió. “Desde muy joven me metí de lleno en el mundo vallenato acompañando a distintos cantantes y participando en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1973, donde alcance la corona de Rey Aficionado. Después con el paso del tiempo realicé diversas grabaciones hasta llegar a la serie televisiva ‘Escalona’, y ‘La Provincia’ con Carlos Vives, grupo que hace 30 años marca la pauta musical”.

Enseguida contó que en el año 1979 partió desde su tierra hacia Bogotá, en busca de otros horizontes y lo logró. Claro, que había mucha tristeza en su corazón. De un momento a otro aparecieron algunas lágrimas. Se le respetó ese instante donde las palabras sobraban.

Más sereno, señaló. “La muerte de mi mamá fue demasiado dura para mí. Ella era el eje de todo, la que me apoyaba en mis deseos de ser acordeonero. Me sentía solo y triste. Esa fue una de las razones para partir de Villanueva. Ella siempre ha sido mi guía desde el cielo”.

Egidio, en la capital del país comenzó a sobresalir conociendo a través del maestro Rafael Escalona, quien vivía con su hermana Dinaluz, a prestantes personalidades de la política, la economía, la cultura, el deporte y el periodismo.

“Gracias a Dios, lo de Bogotá fue definitivo para mi carrera musical y también para mis pretensiones de ser Rey Vallenato, honor que alcancé hace 38 años, teniendo como acompañantes en la caja a mi hermano Heberth Cuadrado y en la guacharaca a Efraín ‘El Toto’ López”, señalo Egidio.

Lo curioso de su triunfo fue que la final del concurso de Acordeón Profesional estaba programada para la noche del 30 de abril de 1985, pero debido a un fuerte aguacero se llevó a cabo el día siguiente. En esa ocasión interpretó el paseo ‘El mejoral’ y el merengue ‘La vieja Sara’, del maestro Rafael Escalona; el son ‘Amparito’ de Lorenzo Morales y la puya ‘La puya puyá’, de su autoría. El jurado estuvo integrado por Gilberto Alejandro Durán Díaz, Lorenzo Miguel Morales Herrera, Emiliano Zuleta Díaz, Adolfo Pacheco Anillo y Juan Gossaín Abdala.

En ese momento de la entrevista contó lo que siguió. “Supe aprovechar mi reinado y visité al presidente Belisario Betancur, quien era mi amigo. Ese día me prometió la gestión ante las embajadas para que fuera el vocero de Colombia llevando la música vallenata a muchos lugares del mundo. En total, estuve en 20 países”.

Sin parar narró. “Ese mismo año en que me coroné Rey Vallenato en una parranda conocí a Carlos Vives, en aquel entonces el famoso ‘Gallito’ Ramírez. Esa tarde él cantó conmigo tres canciones: ‘La casa en el aire’, (Rafael Escalona), ‘Ausencia’, (Santander Durán Escalona) y ‘El cantor de Fonseca’ (Carlos Huertas). Puedo decir que desde aquella parranda arrancó todo lo que nos llevó años después a estar en la serie de televisión ‘Escalona’. Además, ser el acordeonero del grupo ‘La Provincia’, donde se han tenido diversos reconocimientos como el Premio Grammy Latino. Este grupo es toda una familia”.

 

 

Carlos Vives, el hermano

Al creer que iba a proseguir con su relato, guardó silencio izando su corazón en lo más alto, y luego expresó. “Mi compadre Carlos Vives para mi es todo. Un hermano y un amigo de verdad. El que siempre ha estado a mi lado a todo momento. Es lo mejor que me ha pasado en el campo musical y personal”.

Egidio, el hijo de Agustín Cuadrado y Cristina Hinojosa, el mismo que nunca dejaba su sombrero vueltiao, su mochila arhuaca y sus 12 acordeones. También, el que disfrutaba sus ratos de tranquilidad en su finca de Villeta, Cundinamarca, escuchando canciones de Juan Gabriel, Julio Iglesias y Claudia de Colombia, agradeció la entrevista donde reveló detalles inéditos en medio de los albores del sentimiento, donde se pudo palpar que la vida tiene el mayor sentido cuando suena el acordeón de un Rey Vallenato.

Ahora cuando se abrieron las compuertas de la tristeza estando el folclor vallenato llenó de luto por la muerte del Rey Vallenato Egidio Cuadrado, al que le correspondió hablar fue a Carlos Vives. “Hable compadre”, y esto dijo. “Me vá a tomar un tiempo ordenar los recuerdos que son demasiados al llenar gran parte de mi vida. El dolor no tiene comparación. Mi compadre Egidio será eterno y les doy las gracias a todos por quererlo tanto… Y como él decía que no se pierda la sonrisa”.

 

Fredy Molina marcó su territorio con cimientos de poesías cantadas

-Hace 52 años murió el compositor que tuvo los versos precisos y quien desde su tierra Patillal elevó la cometa de su corazón-

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

La poesía flotó en la memoria de Fredy de Jesús Molina Daza, aquel compositor nacido en el corregimiento de Patillal, municipio de Valledupar, llegando a escribir y luego ponerle melodía a aquel verso que llamó la atención de inmediato. “Soy hombre confundido pensando en cosas que de ser no dejarán. Excusen si necio he sido con este reflexionar. Si luego pienso, yo existo, dijo Descartes al pensar”.

Muchos no podían creer que ese verso fuera de su autoría, pero él más adelante le añadió otros para corroborar que era capaz de unir letras y separar las palabras justas en el tiempo del corazón o viendo una cometa dándose alegres paseos por el firmamento de su amado Patillal, tierra donde nació en el hogar de José Amiro Molina Gutiérrez y Eloísa Daza Hinojosa, el sábado cuatro de agosto de 1945.

Sus cantos fueron dignos de aplaudir teniendo en su interior la esencia del amor, las costumbres, las vivencias y pedazos de melancolías, donde se plasmó la primera novia en olvido, el trago a escondidas sintiendo la felicidad al regalar un beso y hasta hacerle preguntas a la luna Patillalera.

Fredy Molina en el éxtasis de su composición reflexionó.  “Cuando me miras qué es lo que sientes, dímelo pronto, pronto mi vida. Estoy que me muero por saber, qué es lo que sientes cuando me miras”. Después con la sinceridad que no podía ocultar, cantó. “Freddy Molina te quiere, eres mi duda esperanza. Cuando el Guatapurí se crece al sentir mi pasión se calma. Si no me miras el propio cielo, siente mi pena y se entristece”.

Sería extenso citar la maravillosa obra de este compositor quien mantuvo encendida la llama del alma, porque estando lleno de nostalgia en cierto punto del sentimiento la mezclaba con alegrías. Es así como expresó lo siguiente en el bello canto llamado ‘Dos rosas’. “Existen dos corazones que son dos rosas de fragancia y de pureza natural. El amor tiene un sentido a toda hora y el sentimiento nace espiritual. Canto sobre la verdad, hablo de dos corazones que se aman en realidad y gozan de sus amores”.

El indio desventurado

En el año 1970 Fredy Molina ganó el concurso de la canción vallenata inédita del Festival de la Leyenda Vallenata con el paseo ‘El indio desventurado’, donde contó sobre el romance de una pareja indígena, quien no tuvo un final feliz, sino que la soledad y la muerte llegaron en el momento inesperado. Un hecho digno de una obra literaria, caso Romeo y Julieta.

Abrazados en sueño eterno como haciéndose el amor, la soledad y el silencio se contemplan con el dolor. Y cuentan de esa leyenda que el indio desventurado tan noble sería su pena que fue y murió a su lado”.

La calificación como la mejor canción de ese año le correspondió al jurado conformado por Rafael Escalona Martínez, Arturo Molina Gutiérrez, Armando Maestre Pavajeau, Miriam Pupo de Lacouture y Rafael Guzmán, siendo grabada tiempo después por Alfredo Gutiérrez.

El paso por la vida de Fredy Molina fue corto y solamente estuvo 27 años porque se la apagaron a la fuerza. Esa noche del domingo 15 de octubre de 1972, la tristeza y el llanto sacudieron a Patillal. Entonces, aparecieron los cantos dedicados al hombre que supo ganarse un espacio en la música vallenata al saber marcar su territorio con cimientos de poesías cantadas.

De esta manera el compositor Gustavo Gutiérrez Cabello, le cantó ‘El silencio de Fredy Molina’, donde abrió su corazón, y dijo. “Voces de muerte se oyeron en todita la región, el llanto brilló en los ojos, tristeza en el corazón. Y mientras vibra confusa las notas de un acordeón, Fredy Molina se muere sin sentir ningún dolor. Y allí en su pueblito natal duermen sus sueños de infancia anhelos que nunca podrá realizar. De su pueblito en la sabana que se llama Patillal, Fredy Molina allí descansa nunca más se oirá cantar”.

Al respecto ‘El Flaco de Oro’, quien recientemente cumplió 84 años, indicó. “El recuerdo de Fredy Molina es imborrable en mi memoria. Le hice la canción por su grandeza, siendo grabada por Alfredo Gutiérrez. Era una persona sencilla, amable, cariñosa y afectuosa con sus amigos. Tenía una gran sensibilidad para un componer. Además, su juventud y la mía estuvieron muy ligadas por una hermandad profunda. La poesía de Fredy Molina es  única y sus canciones inmortales”.

También con la tristeza a cuestas el compositor Armando Zabaleta, hizo la canción ‘No voy a Patillal’, una elegía para su colega y amigo, ganando en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1973. “No voy a Patillal porque me mata la tristeza, al ver que en ese pueblo fue donde murió un amigo mío. Era compositor como lo es Zabaleta, y era lo más querido de ese caserío. Si algún día llego a ir sé que me regreso enseguida, porque me da tristeza apenas yo empiezo a recordarlo”.

Recuerdos vivos

En Patillal se sigue recordando, y más por Margarita Ochoa Maestre, con quien Fredy Molina tuvo dos hijos, Edgardo José y José Juan, quienes son compositores y han sacado adelante su legado para que nunca muera. Precisamente, hace dos años la versión 33 del Festival Tierra de Compositores de Patillal fue en su honor.

Ahora, 52 años después de su partida sigue viva la memoria del bardo de ‘La Malena’, quien con un verso dejo constancia de todo su sentimiento. “Yo quiero que tú me quieras como nunca me has querido. Y si no quieres que muera, vuélveme a querer lo mismo”. Definitivamente, Fredy Molina no pudo ser firme en el amor ante la debilidad del corazón.

 

Rodolfo Miguel, el rey vallenato de Consuelo Araujonoguera

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

El 29 de septiembre no es un día cualquiera para Rodolfo Miguel Molina Meza, rey juvenil del Festival de la Leyenda Vallenata en el año 2007. Es el día de su cumpleaños, pero también coincide con la fecha del fallecimiento de su abuela Consuelo Araujonoguera, hecho sucedido en el año 2001. Para él es un día alegre y triste a la vez, pero más melancólico para el acordeonero que le cumplió a ella el deseo de ser rey de algo.

Precisamente, su abuela Consuelo en una entrevista había señalado. “Quisiera que uno de mis nietos se corone rey vallenato de algo, como acordeonero, cajero o guacharaquero, ya que mis hijos no me dieron la dicha de serlo. Ese día mis huesos estarán felices donde quiera que se encuentren”. El dos de mayo de 2007 Rodolfo Miguel logró esa hazaña y por eso fue al Cementerio Central de Valledupar a ofrecerle el título.

Allí le tocó y le cantó la canción de la autoría de ‘La Cacica’, ‘Mañana me voy pal’ Valle’. Durante varios minutos acordeón y voz se compaginaron para dar testimonio de que en el vallenato a las penas se le cantan y las tristezas suenan en el pentagrama del sentimiento.

En esa canción ella dejó constancia de su amor por la tierra que la vio nacer el jueves primero de agosto de 1940, y donde quiso morir. “Mi Valle lindo donde mis hijos me van a enterrar”.

La Consuelo de siempre

Consuelo Araujonoguera fue una auténtica defensora de la pureza raizal del vallenato, dejando la constancia escrita. “El vallenato de verdad no se hace, no se fabrica, no se diseña. Simplemente nace. Nace después de que lo engendra el sentimiento y lo pare la inspiración. Los otros son vallenatos de probeta, de laboratorio. Las buenas canciones se quedan en la memoria, su melodía se tararea en las calles y se saborea como las frutas maduras. En el verdadero vallenato la poesía fluye serena, con palabras sonoras que no rompen la melodía. Una buena canción nos hace sentir el mismo estremecimiento que aprieta las tripas y eriza los pelos”.

El epitafio

 Cinco años antes de su muerte Consuelo escribió su propio epitafio. Todo pasó la mañana del viernes cinco de abril de 1996, cuando de su puño y letra escribió en un papelito la célebre frase en medio de una entrevista. El papelito que le entregó a quien escribe, decía. “Aquí yace Consuelo Araujonoguera, de pie, como vivió su vida”.

En la lápida de la bóveda número 52 del Cementerio Central de Valledupar se esculpió esa frase que tarde o temprano, como son los designios de la vida, tenía que suceder. O como la misma Consuelo Araujonoguera lo escribiera en su columna ‘Carta Vallenata’ de El Espectador.

“Pienso, por ejemplo, que yo también, un día cualquiera sólo lo sabe el Todopoderoso que es el dador de la vida y él único que sabe cuándo decide quitarla, me voy a morir tal como se muere y se va a seguir muriendo todo el que existe y tiene vida en el mundo;  pienso que nadie, ni yo ni ningún otro, se va a quedar para semilla, ni para reconstruir solo el mundo que estamos acabando los mismos hombres para los cuales Dios los creó. Y sí de escoger se trata, prefiero morir con la boca abierta a tener que vivir con los labios cerrados”.

De igual manera, Consuelo Araujonoguera, el sábado 20 de junio de 1992 leyó un escrito en la tarima ‘Francisco el Hombre’, de la Plaza Alfonso López, nueve días después del asesinato del cantante Rafael Orozco, luego de cumplirse por las calles de Valledupar la marcha del silencio convocada por la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.

“Señor, haz a nuestra música un instrumento de paz que donde quiera que haya odio la inspiración de nuestros poetas siga llevando amor; que donde quiera que haya injuria la música de nuestros acordeones siga llevando perdón; que donde quiera que haya sombra la poesía de nuestros juglares lleve la luz; que donde quiera que haya dudas en torno a la existencia del hombre sobre la tierra, los cantos vallenatos hagan una reafirmación de fe; que donde quiera que haya tristeza, luto y lágrimas vuelvan los sonidos de nuestras guacharacas y tambores a llevar la alegría; que donde quiera que la desesperación ensombrezca el alma de los hombres, vuelvan las notas melodiosas de los poetas del vallenato a llevar la paz”.

Y finalizó diciendo. “Haznos Señor, permite Señor, ayúdanos Señor, a que nuestros músicos sigan consolando a los tristes. A que nuestra música siga llevando comprensión y perdón donde quiera haya dolor y tristeza para que el sacrificio de nuestros cantantes, compositores, juglares y de todos los colombianos no sea en vano, sino que germine en semilla óptima en frutos y racimos que sean la cosecha para las generaciones futuras de la paz de Cristo, y en el amor de todos los colombianos. Amén”.

La novia del Valle

Entre reconocimientos, versos y canciones exaltando su trabajo folclórico-cultural han pasado 23 años de su partida de la tierra. Tantas añoranzas juntas que serían largo enumerar y que están resumidas en la canción ‘La novia del valle’ del compositor Wiston Muegues Baquero.

“Los vallenatos quedamos en mora de hacerle un homenaje a la señora que fuera en vida ‘La novia del Valle’; lleva en el alma este folclor tan bello, lo recibió cuando era pequeño, le dio su vida hasta volverlo grande. Y ella con su estirpe vallenata luchó siempre por su raza contra el tiempo y su premura”.

El tiempo pasa, pero su recuerdo vive prendido en sus incontables obras y amor al folclor vallenato. Ella todos los días visita un lugar de nuestras memorias, siendo una página bonita de la historia, donde el olvido no existe porque sus huellas nunca se han borrado.

 

Hace 48 años Diomedes Díaz hizo su estreno musical con ‘Herencia Vallenata’

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

El viernes 24 de septiembre del año 1976, hace 48 años, comenzó la historia musical de Diomedes Díaz Maestre, ‘El Cacique de La Junta’, saludado así por el cantante Rafael Orozco. Ese día salió el disco ‘Herencia musical’ para el sello Codiscos que grabó al lado del acordeonero Náfer Santiago Durán Díaz, quien el 30 de abril de ese año se había coronado como Rey Vallenato.

En total aparecieron 10 canciones cuyos autores son Diomedes Díaz, Náfer Durán, Sergio Moya Molina, Hernando Marín, Sergio Carrillo, Jaime Daza Hinojosa, Bolívar Urrutia y Miromel Mendoza.

Como novedad a Náfer Durán le incluyeron las canciones: ‘Teresita’, ‘La invitación’ y ‘Pobre negro’, logrando que por primera y única vez sucediera ese hecho en una producción musical de Diomedes Díaz, y más siendo su acordeonero.

Náfer, ahora a sus 91 años y añorando ese acontecimiento, indicó. “Ese año me había coronado como Rey Vallenato y gracias a la recomendación del acordeonero Emilio Oviedo, logré grabar con Diomedes Díaz. Lo mejor fue que incluyeron tres de mis canciones y eso me alegró más”.

De inmediato al hombre noble, dicharachero y amiguero lo sacudió la nostalgia. “Me siento orgulloso de ser el acordeonero que sacó a la luz pública a Diomedes Díaz. Al abrirle ese camino él se fue proyectando hasta llegar a ser un superdotado de la música vallenata. Era un fuera de serie y sus canciones siguen sonando sin descanso. Siempre que nos encontrábamos recordábamos ese hecho y le decía que lo admiraba mucho. Era de mi corazón”.

Versos de agradecimiento

Cuando en distintos escenarios Diomedes Díaz se encontraba con Náfer Durán, los recuerdos eran gratos entre diálogos, abrazos y notas de acordeón. En una de esas ocasiones, exactamente en Barranquilla, Náfer tocó y Diomedes le regaló versos de agradecimiento.

Cuando veo a Naferito, me dan ganas de llorar, porque eso me hace acordar, cuando estaba muchachito”. “Yo me voy a referir, canto lo que puede ser, me llevó pa’ Medellín, pá que grabara con él”. “Yo no sé lo que me pasa, siendo yo tan buen muchacho. Es que le agradezco a Náfer, por eso lo quiero tanto”.

Precisamente Diomedes Díaz en la canción ‘Mi vida musical’, grabada en el año 1991 al lado de Juancho Rois, hizo un amplio recorrido en cinco minutos y 27 segundos de esa historia que lo catapultó a la gloria y le regaló esa linda fanaticada que nunca lo olvida.

Después me vine pa’l valle en un Festival y canté una parranda y se oyó decir, que ese muchacho que canta puede servir, por el estilo que tiene para cantar, y enseguida me llevaron pa’ Medellín, y grabe mi primer Long Play con Náfer Durán”.

El testimonio

El acordeonero Emilio Oviedo Corrales, había conocido a Diomedes Díaz como compositor e incluso le grabó con Rafael Orozco, la canción ‘Cariñito de mi vida’. Cuando lo escuchó cantar le notó mucho talento, percibiendo que era una joya digna de pulir.

La historia la contó el maestro Emilio Oviedo de la siguiente manera. “Ya le conocía su talento, humidad y carisma a Diomedes Díaz. De esa manera cuando me llamaron de la casa disquera Codiscos, para que le buscara un cantante a Náfer Durán, quien se acababa de coronar como Rey Vallenato, no dudé en recomendarlo. Así fue como Diomedes Díaz pudo grabar, darse a conocer y sobresalir de manera extraordinaria”.

En la mencionada producción musical apareció la canción ‘El chanchullito’ de la autoría de Diomedes Díaz, que se convirtió en éxito en su propia voz. En ese canto le llamó la atención a una mujer morena para que tuviera calma y no dañara el sentimiento que unía a dos corazones.  “Te mortifica mi ausencia, no sé por qué morenita. Me quieres tener cerquita en la luz de tu presencia. Debes de tener en cuenta que a los dos nos perjudica”.

…Y pensar que todas esas ilusiones se armaron en La Junta, La Guajira, rezándole a la Virgen del Carmen para que se cumplieran sus deseos entre placer y penas. ‘El Cacique de La Junta’ recordaba aquel inicio con el conjunto ‘Los JJ’, el cual integraban su tío Martín Maestre, en el acordeón; Ricaurte José ‘Kate’ Martínez, en la caja y José Eduardo ‘Piyayo’ Mendoza, en la guacharaca.

En el recorrido por la gesta musical de Diomedes Díaz, aparece aquel primer cajero ‘Kate’ Martínez, para aseverar. “Tiempos aquellos acá en La Junta donde nunca se pensó que el muchacho tímido, jocoso, pero con carisma, iba a llegar demasiado lejos como cantante. Que orgullo haberlo visto crecer en la música”.

Es así como en la trayectoria musical de Diomedes Díaz, desde 1976 a 2013, Diomedes Díaz grabó un total de 34 producciones musicales al lado de los acordeoneros Náfer Durán, Elberto ‘Él Debe’ López, Juancho Rois, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, Gonzalo ‘El Cocha’ Molina, Iván Zuleta, Franco Arguelles, Juancho de la Espriella y Álvaro López. También recibió un Premio Grammy Latino Vallenato-Cumbia, Discos de Oro y Platino, y Congos de Oro en el Carnaval de Barranquilla, entre otros galardones.

 

La vida del artista

El 19 de diciembre de 2013 se lanzó la producción musical de Diomedes Díaz y Álvaro López, titulada ‘La vida del artista’, y la alegría se sentía por todas partes por este acontecimiento de fin de año, pero tres días después la tristeza arropó al mundo vallenato.

Partió de la vida el artista que recalcó. “Como Diomedes no hay otro, eso nunca nacería, y si nace no se cría, y si se cría se vuelve loco”.

Sus canciones se siguen escuchando y sobresale una llamativa frase. “El hombre no vale por el terreno que pisa, sino por el horizonte que descubren sus ojos”. Ay Diomedes, dejaste una gran herencia vallenata.

 

Enrique Díaz, el acordeonero alegre, claridoso y de nota gruesa

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

El juglar Enrique Díaz Tovar, quien murió en Montería el jueves 18 de septiembre de 2014, hace 10 años, fue conocido como ‘El Tigre de María La Baja’, distinguiéndose por su estilo auténtico, alegre, claridoso y por su nota gruesa en el acordeón. Era el palomo negro que no se enredaba en ninguna rama.

A su haber tuvo una considerable cantidad de ocurrencias donde salió a relucir su lenguaje original para referir hechos que lo hicieron ganarse el cariño de todos. Cuando menos se esperaba soltaba un apunte donde nadie quedaba sin reírse. Claro que algunos señalan que a esas ocurrencias le añadían algo para abonar el terreno de la jocosidad.

1.- Estaba en una parranda y notó que no había llegado uno de los compadres. Enseguida preguntó por él y le dijeron los motivos. Era que la hija del compadre se había escapado con el novio. Enrique, previendo la tristeza se puso serio y preguntó: “¿Y esa virginidad por qué no la pusieron detrás de la oreja, pa’ evitá tanto peligro?”.

2.- El maestro Enrique iba caminando. De repente se metió la mano al bolsillo y sin darse cuenta se le cayó un billete de mil pesos. Un niño al ver eso lo tomó y corrió a llevárselo. Al notar la deferencia del menor le dio las gracias, pero le indicó: “Si hubiera sido de cinco mil, no me lo traes corriendo”.

3.- En cierta ocasión lo contrataron para una parranda en un pueblo cercano, llevándolo en una lujosa camioneta cuatro puertas con vidrios polarizados y aire acondicionado. Salieron a eso de las cuatro de la tarde, y cuando llevaban más de una hora de recorrido, Enrique le dijo al conductor. “Compa, dele rápido a este aparato que hace frío y está que se ‘esgargara’ un aguacero”.

4.- Como solía dar pocas entrevistas, una vez un periodista le preguntó el sitio exacto de su lugar de nacimiento porque se le atribuían varias patrias chicas. Él, se lo quedó mirando y un poco molesto, le manifestó. “Vea, pa’ no dar más vueltas, yo nací lejos, por allá en un lugar donde no llegan ni los Testigos de Jehová”.

5.- Al maestro Enrique se le ocurrió comprar una motocicleta, para que su hijo la manejara y lo transportara. Una mañana le pidió el favor de llevarlo a reclamar unos medicamentos. Se fueron y durante el trayecto frenó. Enrique, viendo eso le dijo: “Bueno, ¿y por qué te detienes así de brusco?”. El hijo le contestó: “Papá, lo que pasa es que el semáforo se puso en rojo”. Ante esto, el juglar manifestó: “Dale rápido que no me puedo demorar. O acaso el semáforo te da la comida”.

6.- Entre sus ocurrencias innatas sucedió unos días antes de despedirse de la vida, cuando su hijo Jaime le llevó a la clínica una imagen del Divino Niño, para que le pidiera por su salud. Enrique se quedó pensativo, mientras el hijo le insistía. Entonces, después de algunos minutos no se aguantó más, siendo elocuente y claro: “Vea hijo, yo no hago negocio con pelaos, y menos si son relacionados con la salud”.

7.- En esos viajes que solía realizar llegó a un hotel de Barranquilla y de inmediato miró que la habitación no tenía abanico. Llamó la atención y le indicaron que ahora era con aire acondicionado. Entonces le enseñaron el control comparando según los números el clima de Bogotá o Medellín. Enrique, a cabo rato siguió las indicaciones sintiendo después de algún tiempo mucho frío, echándose encima las sabanas. Al no poder manejar el control, pidió auxilio y entonces suplicó. “Hágame el favor y me pasa del clima de Bogotá al de Magangué”.

 

Las vueltas de la muerte

En esas disertaciones de Enrique Díaz, quien tuvo un estilo único para tocar y cantar, anotó de manera jocosa. “Si uno pudiera negociar con la muerte, ella no tendría donde guardar la plata, porque todos pagaríamos pa’ no morirnos”. El maestro Enrique Díaz ni lo intentó, porque estaba destinado para algún día estrenar la famosa ‘Caja negra’. Lo hizo cuando contaba con 69 años.

Enrique Díaz, el hijo de Pablo Díaz y Martina Tovar, quien había nacido el martes tres de abril de 1945 en Palo Alto Hicotea, corregimiento de María La Baja, Bolívar, supo darle la nota precisa y el golpe de voz a la canción ‘La caja negra’ de la autoría del compositor Rafael Valencia de Ávila, quien siempre le agradeció hacerla popular.

Es así como nunca se olvidan aquellos versos muy reales que nunca pasan de moda. “El hombre que trabaja y bebe déjenlo gozá la vida, porque eso es lo que se lleva, si tarde o temprano muere. Después de la caja negra, compadre, creo que más nada se lleve

El juglar sabanero disfrutó la vida a su manera, entre correrías a pueblos conocidos y desconocidos, tocando y cantando a las mujeres en las que se fijó como las estrellas que brillan en el firmamento del amor. También fueron distintos compositores a los que les grabó canciones desde el punto de vista del adiós definitivo. Es así  como a Rafael Cueto, le interpretó el paseo ‘La circular’, donde relató. “De la suerte y de la muerte, por grande que sea el mundo, nadie puede esconderse”.

Así se la paso cantando sobre sucesos insólitos, amores que se anidaban en su sentimiento, ilusiones perdidas, tragos de ron infaltables, comida con pescao, hasta dejar intacta su esencia natural, a la que siempre le apostó y ganó. De él quedaron las notas gruesas de su acordeón, sus apuntes geniales, su sonrisa dormida en el ayer y de hecho el corazón no intenta olvidarlo.

En su hoja de vida está reseñado su desempeñó como músico empírico con un estilo costumbrista, donde complementaba las notas de su acordeón con su voz fuerte, teniendo sabor a tierra y a negro genuino. ‘El Tigre de María La Baja’, trabajó, bebió, mujerío y en el recuerdo se quedó…